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Año XIII - Edición 229 15 de mayo de 2014

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Presentación del libro “Hacer violencia. El régimen insurrecto en el arte”

  • Notas

El pasado 30 de abril se llevó a cabo en el Salón Verde de la Facultad de Derecho la presentación del libro “Hacer violencia. El régimen insurrecto en el arte”, de Ana Arzoumanian. La actividad contó con la presencia de Gregorio Flax, titular de la Cátedra Libre sobre Holocausto, Genocidio y Lucha contra la Discriminación, Erica Baum y Tatiana Sandoval.

En primer lugar, Gregorio Flax se refirió a la Cátedra Libre sobre el Holocausto, Genocidio y Lucha contra la Discriminación como un espacio para reflexionar, debatir y discutir infinidad de actividades que se encuentran relacionadas con la discriminación. La cátedra está estructurada sobre tres elementos: un área académica, un equipo de investigación y un área de extensión, la cual se acerca a la comunidad presentándole libros, textos, obras y proyectado películas. “La idea es poder acercarnos, hablar, conversar, compartir y que sepamos qué es lo que se hace”, remarcó. Seguidamente, hizo énfasis en cómo el arte, en sus distintas expresiones, es el régimen insurrecto ante la violencia que no se encuentra juzgada por la propia sociedad.

A su turno, la autora del libro, Ana Arzoumanian expresó que el libro trata acerca de la cuestión de determinados delitos, como el de genocidio y de holocausto, y también cuando la justicia no da respuesta a estos delitos o cuando esa respuesta es fallida. Examinó las situaciones en donde no se da un juicio, ya sea porque un delito determinado no se juzgó o cuando hubo un juicio pero está siendo observado, y se interrogó quién rearma en esos casos el discurso social en esa sociedad particular. “Cuando el tribunal no falla por distintas razones, quien toma la posta de intentar lograr rearmar ese discurso es el arte. El artista intenta lograr rearmar algo”, explicó. Así, indicó que el arte tiene varias funciones: la consolación y cierta excitabilidad de los sentidos, es decir, el arte excita los sentidos del espectador. De esta manera, evidenció que su libro hace hincapié sobre esta última función. Cuando la sociedad se encuentra adormilada, el artista lo que intenta es pujar para exhibir cierta cuestión, para traumatizar al espectador o al lector e implicarlo en ese delito. “El artista tiene herramientas específicas, que son el tratamiento de los cuerpos. En los delitos como el genocidio y las torturas, lo que se tortura y humilla es un cuerpo”, sintetizó.

Tatiana Sandoval leyó un fragmento del poema “Cadáveres” de Néstor Perlongher. Por último, Erica Baum habló sobre una investigación que realizó acerca del rol de las emociones morales en la justicia. De esto modo, entendió que no todas las emociones son morales, y que las que si son dan cuenta de un punto de vista subjetivo y contextual. Las emociones que no compartimos con los animales, es decir, los no humanos, pueden ser la ira, la humillación, la repugnancia y el odio. Asimismo, analizó el tema de la repugnancia en relación con la última dictadura argentina, y agregó que la repugnancia no es solamente sentir asco, o náusea, sino que implica la eliminación de un objeto que se percibe como contaminante, desde el punto de vista de quien se repugna. Por lo tanto, las emociones tienen un contenido perceptual y un contenido cognitivo. “La repugnancia es una emoción que está basada en una creencia popular consistente en creer que somos lo que comemos, y tiene una expresión característica, facial e implica una distancia con el objeto que nos repugna”, reseñó. En lo concerniente al genocidio como delito, Baum señaló que está prácticamente ligado a otra emoción moral: el odio. Así, entendió que las emociones de repugnancia y odio son distintas. Cuando una persona siente repugnancia, degrada al otro como ser humano, siendo el sujeto el objeto de la misma, y necesario que quien se repugna lo vea como degradado. En cambio, cuando odiamos, el objetivo es eliminar al otro. “En la repugnancia, el asco está centrado en la víctima, el goce de ver a la víctima degradada, en cambio, en el odio, el que goza es el victimario, viendo desaparecer al otro”, diferenció.

Para concluir, recordó que la repugnancia es una emoción que admite muchas críticas y no todos la aceptan dentro de la justicia. “Al ser una emoción degradante, es una emoción que nos permite ver a una persona que se pone por encima de otra”, opinó. Asimismo, explicó que su investigación constó en poner cada emoción investigada en diálogo con ciertos principios éticos, para ver en que circunstancia se puede hablar de emociones que no lesionan la dignidad humana, la igualdad, el principio de autonomía personal o la diversidad cultural. “Mi hipótesis es que siempre que las emociones sean puestas en diálogo con principios de ética, igualdad, dignidad humana, de respeto por la diversidad cultural y por la autonomía personal son válidas para ser tenidas en cuenta en los juicios y no ser apartadas. Las emociones son explicativas de los hechos”, concluyó.

“Cuando el tribunal no falla por distintas razones, quien toma la posta de intentar lograr rearmar ese discurso es el arte. El artista intenta lograr rearmar algo”, explicó Ana Arzoumanian.