¡Seguinos!

Año VIII - Edición 140 23 de abril de 2009

Buscar

Presentación del libro “El séptimo milagro: la increíble historia de un sobreviviente”

  • Notas

El 13 de abril tuvo lugar el acto de presentación del libro “El séptimo milagro: la increíble historia de un sobreviviente”, cuya autoría corresponde a Jorge Klainman, sobreviviente del Holocausto. En el evento, organizado conjuntamente por la Cátedra Libre sobre Holocausto, Genocidio y lucha contra la discriminación y la Fundación Museo del Holocausto, se desarrolló en el Salón Rojo de la Facultad de Derecho. Además del autor, hicieron uso de la palabra el Presidente de la Fundación Museo del Holocausto, Dr. Mario Feferbaum; y la Directora del Museo del Holocausto, Prof. Graciela Jinich.

En primer lugar, el Dr. Mario Feferbaum resaltó que la entidad que preside propició la creación de una cátedra libre tendiente a instalar en la cultura de la Facultad la temática del Holocausto. Ello con el propósito de que todos conozcan lo sucedido en aquel entonces, por lo horroroso que fue y para que no se repita. Seguidamente, agradeció al Dr. Alterini por el impulso que dio para que ello se realizara y estimó que el hecho de que “en esta Facultad se abra la tranquera para que pueda estudiarse esta temática es un gran prestigio para los docentes que lo pilotean”.

A su turno, la Prof. Graciela Jinich destacó la importancia de presentar en nuestra Casa de altos estudios el testimonio de Jorge Klainman. Agradeció la posibilidad brindada para que la historia se conozca y todos podamos adentrarnos en ella, relatada directamente por quien la vivió. Seguidamente, leyó las palabras introductorias del libro presentado.

Tras un homenaje encarnado en un minuto de silencio, Jorge Klainman recordó que el 19 de abril de 1943, en el Gueto de Varsovia, quedaban solamente 60.000 personas, cuando dos años antes había 396.000. En tal sentido, señaló que las restantes fueron sacadas en transportes ferroviarios y enviadas a un campo de exterminio expresamente construido en medio de un bosque. Cuando los restantes conocieron con certeza lo ocurrido a los que ya no estaban decidieron levantarse y vender caras sus vidas. “Y un grupo de jóvenes decidió luchar contra los nazis; con palos, piedras, botellas incendiarias y alguna que otra arma de fuego”, prosiguió. De tal manera, aseveró que las fuerzas de las SS tuvieron que replegarse ese día para volver al siguiente con tanques y carros blindados, “pero los muchachos no se rindieron”. Así, relató que durante 26 días ese puñado de héroes puso en jaque al ejército asesino más poderoso de Europa, que finalmente recurrió a la aviación y a las bombas incendiarias para quemar el Gueto.

Seguidamente, expresó que todos los Jefes de Estado de los países libres de entonces, sabiendo la verdad de lo ocurrido, mantuvieron un silencio que implicó, en los hechos, el visto bueno para que los nazis eliminaran a millones de personas. Con el mismo criterio juzgó el comportamiento de los jefes espirituales de las diversas religiones de la época. En idéntica tesitura, estimó que los europeos de los países ocupados ayudaron a los nazis y sus fuerzas para eliminar a los judíos.

Cuando en marzo de 1943 los alemanes perdieron la batalla frente a Stalingrado y cayeron en cautiverio 385.000 soldados, incluyendo al comandante general El Alto Mando alemán supo que era el principio del fin. Con ello, los campos de exterminio comenzaron a trabajar a plena capacidad, en lo que calificó como una “satánica carrera” para intentar matar a todos antes de la inevitable finalización de la guerra.

“La sección de inteligencia inglesa sabía qué era lo que ocurría, por lo que prepararon informes y mapas que ubicaban exactamente a los campos de exterminio; sugiriéndole al Alto Mando aliado que bombardee las vías de acceso a los mismos”, expresó, para luego relatar que los propios Franklin Roosevelt y Winston Churchill recibieron los informes y los devolvieron señalando que “el problema de las víctimas no es algo estratégico que pueda influir sobre la guerra”.

Por otra parte, lamentó la existencia de vastos sectores de población de las jóvenes generaciones que saben poco y nada sobre lo ocurrido y lo estimó preocupante en tanto, a su criterio “los cielos de Europa están nuevamente cubiertos con espesas nubes negras de antisemitismo, xenofobia y racismo”.

A continuación, describió algunas de sus experiencias durante la shoá. En primer término, recordó que, dos semanas después de cumplir los 13 años, sus padres y hermanos fueron enviados a un campo de exterminio. Por su parte, resaltó que logró entrar a un campo de concentración a trabajar gracias a “uno de los milagros” sobre los cual escribe. “Sobre dos kilómetros cuadrados vivían 21.000 personas en forma absolutamente infrahumana”, señaló refiriéndose al Gueto de Cracovia, al cual ingresó mezclado con un grupo de trabajadores judíos poco tiempo después.

El 13 de marzo de 1943 llegó una orden superior para liquidar definitivamente el Gueto. En el marco del “procedimiento” ordenado por las fuerzas nazis, describió el periplo por él vivido en su intento por asimilarse a los obreros y lograr salir con vida.

Posteriormente, reseñó las paupérrimas condiciones de vida sufridas en su siguiente sitio de detención y relató el episodio en el que, tras una fallida ejecución, debió tomar una nueva identidad y mantenerse oculto en una enfermería hasta 1944, cuando fue trasladado a Austria, donde pasó por otros tres campos de concentración. “El 5 de mayo de 1945 me liberó el ejército norteamericano (...) tenía entonces 17 años y pesaba 29 kilos”, recordó.

Finalmente, intentó encontrar familiares sobrevivientes en campos de refugiados de Italia y países vecinos, sin éxito, por lo que se trasladó a la Argentina, único país en el que tenía un familiar vivo.