Presentaci髇 de los libros Semiosis y Derecho y La Opacidad del Derecho (segunda edici髇)
La Asociación Argentina de Filosofía del Derecho y el Departamento de Filosofía del Derecho llevaron adelante el pasado 24 de agosto la presentación de los libros Semiosis y derecho y La opacidad del Derecho, del profesor Carlos M. Cárcova. Participaron Mercedes Ales Uría Acevedo, María Isolina Dabove, Germán Queipo, Nora Wolfzun y Martín Zuleta. Moderó Ornella Signoretta.
En primer lugar, los/as expositores/as compartieron una serie de comentarios sobre la obra Semiosis y derecho y La opacidad del Derecho.
A su turno, María Isolina Dabove afirmó que “el libro aborda una temática realmente novedosa para el campo jurídico y lo hace con un alcance amplísimo. De modo que en sus páginas encontramos, a mi criterio, semillas muy promisorias de nuevos enfoques iusfilosóficos. Articula con eficacia marcos teóricos centrales de este nuevo campo. La semiosis con una teoría del derecho especial que es la teoría crítica y aborda también su aplicación a tareas concretas, tanto de la teoría general como de los operadores situados”.
Seguidamente, subrayó que “esta obra corrobora una creencia generalizada en este campo, en el sentido de que la semiosis funciona como un metalenguaje o más precisamente, como una meta filosofía o más aún, como una epistemología, ya que permite dialogar interdisciplinariamente con otras disciplinas de campos cercanos”. Y añadió que “esta obra demuestra que desde la semiosis es posible constituir una teoría del signo básico que integre saberes tan diversos como los de la lingüística o los estudios literarios o los estudios tanto de la antropología o de la comunicación o de la matemática, de la biología, de la física, del arte, de la sociología o incluso, como ahora, del propio derecho”.
Por otro lado, realizó un análisis pormenorizado de los tres capítulos que constituyen el libro. “Van permitiendo entablar un diálogo muy interesante entre aquellas bases meta filosóficas como las señalamos al principio con las preocupaciones centrales de la teoría del derecho”, comentó. En tanto, desarrolló una comparación entre el enfoque de la semiosis y la escuela trialista.
Para concluir, puntualizó que “me parece importantísimo rescatar este diálogo, estos puentes, que la semiosis o desde la semiosis se ha entablado con otras ciencias, ya que para el propio trialismo el derecho es parte de un sistema cultural mayor”.
Germán Queipo reconoció que“lo fundamental de este libro son las contribuciones que se hacen tomando la semiótica contemporánea, si llevándolas al mundo de la ciencia jurídica para superar, para dar un paso en ese aquietamiento de las teorías predominantes y de la dogmática jurídica”. “Si esa quietud que posiblemente esté vinculada con el enclave epistemológico de la cual vienen las distintas escuelas iusfilosófica, si hay mucho de positivismo debajo de esas escuelas, al menos del positivismo jurídico, y en definitiva, hay mucho de quietud debajo de algunas escuelas iusfilosóficas. Y en esto dejo de lado al trialismo jurídico”, sostuvo.
En ese marco, se refirió a la paradoja sobre la que se asienta la obra: “Tenemos una disciplina específica que se pregunta por el sentido y tenemos un derecho positivo cuya materia prima es precisamente el lenguaje. Sin embargo, el derecho y la ciencia jurídica siguen buscando soluciones principalmente hacia adentro, siguen intentando buscar la respuesta por la interpretación”.
Asimismo, destacó el valor del libro en tanto representa una caja de herramientas para entender el interior, el exterior, el origen del lenguaje. “Y se enclava como ya dije en una teoría crítica que necesariamente entiende que comprender el derecho implica comprender la totalidad estructurada que lo contiene. Y comprender esa totalidad estructurada necesariamente nos lleva a comprender el lenguaje, que es el mapa, que es el lugar quizás más paradigmático, en donde la disputa nos lleva a la repartición del poder”, señaló y reflexionó “la idea es que no nos mantengamos prescindentes, que no seamos inocentes, que nos entreguemos a este juego, que hagamos que las normas digan aquello que otros necesitan que diga y en definitiva, fomentar la proliferación de nuevas subjetividades”.
Alicia Ruiz sostuvo que “Semiosis y derecho es una producción colectiva donde las individualidades no desaparecen, sino que se amalgaman y generan efectos que exceden a cada una de ellas. Durante años fuimos leyendo, cambiando ideas y fundamentalmente escribiendo todos los que acabamos siendo los autores de este libro y escribiendo alrededor de nuestras obsesiones comunes. Las miradas críticas, miradas críticas, así en plural, el marco teórico común que nos contiene e impone rigor a nuestro trabajo”. Y comentó que los/as autores/as comparten el placer por el ir y venir entre el discurso jurídico, la literatura, la filosofía, la semiótica, la lingüística, el psicoanálisis: “Operadores jurídicos para quienes el derecho no es sino que se hace en el cruce con otros saberes y otras prácticas, preservando su especificidad y construyendo la realidad que lo incluye”.
Luego señaló que “Semiosis y derecho es al mismo tiempo un recorrido revelador de los vínculos y engranajes que ligan al discurso del derecho con la literatura, las variadísimas formas en que se los reconoce y se los usa tanto en ciertas teorías jurídicas críticas como en la teoría literaria. Y es una exaltación del lenguaje y del texto, no como instrumentos, sino como piezas claves de la constitución del sentido y en consecuencia, del mundo y del pensamiento”.
Finalmente, afirmó que “los autores esperamos que queden atrapados en esa red y se sientan parte de esta aventura que no sabemos bien donde determina o si termina, porque también para nosotros el azar, la contingencia, la imprevisibilidad del futuro nunca más presente que en estos tiempos que estamos atravesando forma parte del background con el que trabajamos la relación entre semiosis y derecho”.
Luego los/as expositores se dedicaron a comentar La opacidad del derecho.
Por su parte, Martín Zuleta sostuvo que “la verdad jurídica no se averigua, sino que se construye intersubjetivamente. No se demuestra en su certeza inmanente, sino que se justifica fundamentar en su razonabilidad hacia el exterior, para los demás. Y resulta aparente entonces que, según esta visión, es posible y deseable un control sobre la actividad judicial y que corresponde a los jueces dejar en claro que sus decisiones pueden ser justificadas racionalmente de acuerdo con lo que la propia sociedad, destinataria de las decisiones, entiende por decisión racional”.
En esa misma línea argumental, se preguntó por el público que motiva las sentencias de los/as jueces y juezas: “Perlman dice en La lógica jurídica y la nueva retórica que al explicitar las razones del fallo, el juez debe convencer a los litigantes de que la sentencia no es una toma de posición arbitraria. Su papel es hacer la decisión aceptable por los juristas y más especialmente por las instancias superiores que habrán de conocer de ella. Y luego sigue Perelman, no hay que olvidar que las decisiones de la justicia deben satisfacer a tres autores diferentes que son, de un lado, las partes en litigio, después, los profesionales del derecho, y por último, la opinión pública”.
En ese sentido, enfatizó que “en este punto se torna ineludible el trabajo de Carlos Cárcova en La opacidad del derecho, por medio del cual se pone en negro sobre blanco el extrañamiento popular de los procesos de toma de decisiones y se arroja luz sobre la heteronomía oculta tras la apariencia de libertades. La paradoja que vemos este curso de toma de decisiones solo es democráticamente justificable en razón de una cierta transparencia en las razones y los mecanismos por los cuales se toman esas decisiones”. Y agregó que “lo que le da un valor inestimable a la opacidad del derecho no es solo la explicitación de esa paradoja, sino el análisis profundo de la multiplicidad de factores que intervienen en ella y que son a su vez analizados cada uno de ellos desde una óptica múltiple transdisciplinaria”.
Finalmente, indicó que “ante un panorama tan poco auspicioso, el autor, de todos modos, nos recomienda no perder de vista que una parte de la opacidad es ocultamiento, monopolización deliberada de saber, estrategia de reproducción del poder, que no se trata de una situación inmodificable, sino que, por el contrario, más que apacentar la inicua ladera del análisis de fundamentos, vale la pena modificarlo”.
En tanto, Mercedes Ales Uría Acevedo señaló que “esta opacidad de la que trata el libro es descrita en sus circunstancias, en su origen y en el sostenimiento de la misma por parte de determinados sujetos y grupos. El fenómeno que se denomina opacidad, esta dificultad del hombre de a pie, podríamos decir, de poder conocer cabalmente e internalizar las normas”.
Seguidamente, manifestó que “la obra discurre en gran medida sobre el derecho y la igualdad en sí, qué significa y qué significa en la realidad y en la materialidad de estas circunstancias sociales que nos toca atravesar también en los movimientos de marginalidad, los excluidos, la ignorancia, el analfabetismo funcional que nos toca también atravesar y las estructuras para jurídicas, podríamos llamar, que se dan dentro del contexto de la sociedad en paralelo con las estructuras formales”. Y sumó que “todo este complejo entramado de circunstancias es, como bien remarcaba en Martín, y como la obra deja en claro, producto de un desarrollo, pero es también producto de actos y conductas voluntarias, es sostenida por determinados operadores del mundo jurídico”.
Para finalizar, remarcó que “cuando dice que por si fuera del caso, una parte de la opacidad del derecho no es fatalidad, es manipulación, ocultamiento, monopolización deliberada de saber, estrategia de reproducción del poder y lo que subrayo tal estado de cosas es susceptible de ser democráticamente modificado y vale la pena modificarlo”.
A continuación, Nora Wolfson expresó que tomó prestado de Juan Ramón Capella el sintagma ‘combate intelectual’ para aludir a la obra. “También quise pensar otro sintagma para acompañar al de combate intelectual. Y creo que este libro es imprescindible. Imprescindible en las miradas críticas y mucho más en las otras miradas. Porque miradas críticas lo hemos leído, lo enseñamos en las cátedras. El sintagma yo diría que es un verdadero infatigable e inclaudicable desafío democrático, un verdadero desafío democrático”. Y añadió que “la calidad de intelectual de cruce es marca registrada de la pluma de Carlos Cárcova. Cada capítulo no solamente abona, por supuesto, una mirada iusfilosófica, permanentemente cruzada con una mirada política, con una mirada sociológica, con una mirada a la antropología. Claramente es una mirada virtuosa y compleja como exigen estos tiempos”.
Asimismo, explicó la hipótesis de trabajo planteada en la introducción: “La segunda edición está actualizada en cifras, en escalas, en estadísticas de todos los indicadores socioeconómicos. Claramente nos ubica en el tema. Y sabemos que el derecho es la partitura de lo cotidiano. El guion de nuestra vida nos toma desde antes de nacer, desde después de morir. Nos organiza la familia, la producción, la apropiación en actos sencillos y complejos. Sin embargo, gran cantidad de actos en lo cotidiano, con sentido y efecto jurídico no son comprendidos”. En relación con la idea anterior, afirmó que “Carlos trabaja, la antinomia comprensión, no comprensión del derecho, no son comprendidos por sus usuarios. Esto quiere decir que si no terminamos de comprender, nos resulta opaco, nos resulta indisponible, no lo percibimos bien, las formas de la legalidad implicadas en estos actos no alcanzamos a comprender sus alcances y significaciones legales. Esto es un problema crucial que no solamente tiene un impacto en lo empírico de la legalidad, sino también tiene un impacto teórico, cuestiona la legitimidad del derecho y también su lógica interna”.
Por último, planteó que “este libro no es un libro que busca complacencias, no es un libro que busca repetidores seriales. Sí es un libro que busca cómplices, que busca complicidades, guiños de complicidad, en el contrapunto, en la polifonía, en lo que hemos llamado desafío democrático”.
Carlos Cárcova agradeció a los/as autores/as de la obra y la editorial a cargo de las ediciones. “El derecho es un discurso como la geografía. O como las matemáticas. (...) Entonces, la pregunta que me surgió inmediatamente fue ¿qué quiere decir que la gente tiene que saber por obligación lo que el derecho dice? ¿Es que tenemos los ciudadanos la obligación de saber lo que la medicina dice? ¿Es que tenemos la obligación de saber lo que la arquitectura dice? (...) No, tenemos la obligación de saber el derecho. ¿Y esto por qué se presume o por qué se pone como dato inicial? Porque claro, como tanta gente ignora el derecho, al fin y al cabo, el derecho, su aplicación, su lógica interna, su organización, queda en manos de muy poca gente. Acá está la cuestión. El derecho es el poder. El derecho es la política, o, para decirlo de otra manera, la política y el poder son dimensiones esenciales del derecho”.