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Año XVII - Edición 307 23 de agosto de 2018

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Mujeres maltratadas: un recorrido sobre la violencia en el Río de la Plata, 1750-1850

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Organizada por el Departamento de Ciencias Sociales y el Proyecto DeCyT "Mujeres maltratadas: un recorrido sobre la violencia en el Río de la Plata, 1750-1850”, el 28 de junio en el Salón Verde de la Facultad se llevó a cabo la actividad denominada "Mujeres maltratadas: un recorrido sobre la violencia en el Río de la Plata, 1750-1850”. Melina González, Brenda Espiñeira y Natalia Stringini participaron en calidad de expositoras.

Elizabeth Silva, coordinadora de la charla, introdujo la investigación que dio origen a los trabajos que se presentaron basados en expedientes de casos de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: “Estamos viendo y estudiando una época en la cual la mujer era invisibilizada, en una sociedad totalmente patriarcal, en donde la mujer tenía que luchar por cada cosa que quería en los diferentes estratos, sean indígenas, negras o blancas. Y poder llegar a un juzgado para decir que eran maltratadas golpeadas no era nada fácil”.

Natalia Stringini comentó sobre su análisis de las voces femeninas y realizó una caracterización de la sociedad de aquella época. “Estos cien años que van desde 1750 a 1850 el Río de la Plata vivía en una sociedad patriarcal. Con lo cual nos tenemos que situar en el marco de los valores patriarcales. Estos valores y estos criterios patriarcales plantean un par de cuestiones. Tomé tres específicamente: la inferioridad de la mujer, la debilidad y el silencio”, sostuvo.

Seguidamente, retomó el planteo de Pierre Bourdieu sobre la dominación masculina que traduce estas diferencias físicas en otras que son culturales y que se las entiende como naturales: “Esto lleva a que la mujer haya sido un sujeto que necesitaba del varón para frenar las debilidades, el varón el único que contenía las debilidades. Como consecuencia de esto, el varón también tenía un poder de corrección. Esta es otra característica de la sociedad patriarcal. El varón tuvo siempre un poder corrección legítimo”. Este mandato social está íntimamente vinculado al ordenamiento jurídico en tanto limitaba esta potestad de corrección.

Brenda Espiñeira se focalizó en la temática demujer y la relación con su cuerpo. La expositora afirmó que en la Edad Antigua el tratamiento que se le hacía al cuerpo femenino estaba asociado con la idea del cuerpo como soporte material de la diferencia sexual que plantea Amaro Pedregal. “El cuerpo va estar asociado, es decir la biología, a una cuestión puramente social y cultural. El entramado social le va a dar un significado a la biología. Por un lado, se lo va a tomar desde los opuestos: lo masculino diferenciado de lo femenino. Pero a su vez, además de estar diferenciado lo femenino va a estar debajo de lo masculino. Lo masculino va a ser lo preponderante, el cuerpo masculino va estar por sobre el femenino. Y este entramado social es en el cual las mujeres tienen que llevar adelante su vida. Lo femenino va a estar asociado a la subordinación y a la dependencia respecto a lo masculino”, indicó.

Y aclaró que “lo que va a hacer el cristianismo, sobre todo a través de la formación o la instrucción femenina, es darle este carácter de mito intemporal, como algo que es así, inculcarle valores como la castidad, la virginidad y la fidelidad a esta subjetividad femenina. Lo que va a ser el cristianismo es tomar al cuerpo como canalizador de verdades básicas. Es decir, el cuerpo como soporte del placer y el dolor”.

A su turno, Melina González expuso sobreuxoricidio y sostuvo que “más allá de lo normativo, la práctica criminal conllevó una serie de criterios morales, religiosos y jurídicos que intentaron justificar la violencia hacia la mujer e hicieron también disminuir el rigor legal que había”.

En ese sentido, aseguró que “desde la Antigüedad se imponía al hombre la responsabilidad de educar y de castigar a la mujer, esto estaba permitido y más allá de permitido, era una obligación que muchas veces incluía el uso de la violencia física”. La religión reforzaba esta costumbre, González explicó: “Había una justificación desde Dios que no solo había hecho nacer a la mujer del varón, recuérdese por la costilla, y este lo había moldeado a su imagen y semejanza, sino que además lo había condenado por el pecado cometido a la dominación masculina”.