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Año VII - Edición 134 13 de noviembre de 2008

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Mesa redonda - “El perfil del abogado en 1810 y en la actualidad”

  • Notas

En el marco de las actividades conmemorativas del bicentenario de la Revolución de Mayo, tuvo lugar el 23 de octubre pasado una mesa redonda cuyas disertaciones giraron en derredor de “El perfil del abogado en 1810 y en la actualidad”. El evento, celebrado en el Salón de Usos Múltiples del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio L. Gioja”, contó con la presencia del Vicedecano de nuestra Facultad, Dr. Tulio Ortiz; la moderadora de la actividad, Dra. Eve Rimoldi de Ladmann y los expositores, Dres. Alberto David Leiva, Miguel Ángel Ciuro Caldani y Felipe Fucito.

A modo de introducción, la Dra. Eve Rimoldi de Ladmann sostuvo que el bicentenario parece una oportunidad propicia para pensar en el nuevo mundo por venir, especialmente en momentos de crisis económica y política en los que se cuestiona tanto el papel del Estado como de los organismos internacionales. También afirmó que el abogado tiene un desafío para aportar soluciones que permitan enfrentar con éxito ese nuevo mundo.

En primer término, el Dr. Alberto David Leiva evocó la tarea de los aplicadores del Derecho en los días de principio del siglo XIX. “Ser abogado, entonces y hoy, significa haber realizado estudios universitarios y estar matriculado”, aseveró, al tiempo que aclaró que en aquella época, se requería la aprobación de un examen para lograr la matriculación, la cual, en principio, era otorgada por la Audiencia. Respecto al tema impositivo, se refirió al pago de la media anata, definida como el impuesto que pagaba todo funcionario que dependía de algún modo de la Corona, lo cual incluía a los abogados. Asimismo, indicó que, aunque los letrados de aquella época estaban exentos del servicio de las armas, ante la invasión inglesa, muchos se presentaron espontáneamente con la intención de formar parte de los cuerpos militares constituidos para repeler al agresor. Por otra parte, señaló que fue recién en la época de Rivadavia cuando intentarían establecer por primera vez los colegios profesionales y que la Audiencia tendría un control estricto y una tecnificación muy importante. Los abogados debían presentarse ante ella, vistiendo un traje similar al de los oidores, y exponer de pie.

Seguidamente, hizo hincapié en la imagen del abogado, la cual a fines del siglo XVIII y principios del XIX, todavía está tratando de resurgir de una leyenda negra, acuñada hacia el final de la Baja Edad Media, según la cual los letrados eran personas que inventaban las maneras para aprovecharse de las demás personas. También indicó que una práctica recurrente hasta la caída de Rosas fue el nombramiento de jueces comisionados o tribunales especiales. “Cuando uno ve la suerte de los pleitos, tiene que ver quienes han sido los jueces”, declaró en consecuencia.

Para concluir, señaló que llevar adelante una causa requería de mucha paciencia, principalmente porque los términos eran muy prolongados.

A su turno, el Dr. Miguel Ángel Ciuro Caldani se refirió al abogado en su protagonismo histórico, “porque en 1810, tenía capacidades que había adquirido en su propia formación universitaria, de las cuales hoy, no está suficientemente dotado”. En este sentido, consideró que en los dos momentos hay circunstancias que hacen especialmente necesaria la capacidad general, porque se trata de épocas de cambio histórico. Así, destacó que mientras en 1810 llegaba tardíamente la revolución francesa, en la actualidad se asiste a una enorme revolución tecnológica. En consecuencia, argumentó que “no estamos ante una nueva edad, sino ante una nueva era de la historia”.

En un contexto de cambio histórico, entonces, estimó que el abogado debe moverse en la aplicación de las leyes, pero también en la elaboración de las normas jurídicas.

Posteriormente, recordó a los abogados que en 1810 desempeñaron un papel relevante, especialmente a Mariano Moreno, quien evidenció una amplia comprensión de lo jurídico, que supera lo meramente normativo y lo integra con la realidad social y los valores. “En lo sociológico evidencia una clara comprensión de la economía como una base de lo jurídico”, sintetizó.

En cuanto a los valores, destacó que Moreno hace una fuerte referencia a la Justicia, como así también la utilidad. Respecto a la idea de lo público y privado, manifestó que debe entenderse que “la compartimentarización no es tan feliz como suele señalarse”.

“El tener conciencia política e histórica hacen de Moreno un jurista de panorama amplio que debería servir como un modelo para repensar nuestra formación de los abogados de 2010”, concluyó.

En última instancia, el Dr. Felipe Fucito opinó que, aunque no sea presumible que respecto a la imagen pública los abogados se encuentren hoy mejor posicionados, en algunos puntos sí se ha avanzado. En este sentido, destacó el aumento que ha experimentado la matrícula en el posgrado. Asimismo, deploró que no se haya podido modificar la tendencia a la beligerancia de los letrados, proveniente de la falta de capacitación universitaria y ejemplificada en la carencia de preparación en materia de los llamados “modos anormales de terminación del proceso”. Sin embargo, aclaró que existe una retroalimentación entre la sociedad y los abogados, que responden a lo que aquella busca. No obstante, entendió que hoy, a diferencia de lo que se sostenía hace algunas décadas, los que concilian son quienes están formados. “En esto, poco a poco, se amplia el panorama de los que creen que no es una señal de debilidad el tratar de ver los intereses de las partes y no los derechos explotados hasta la última instancia”, dijo.

En cuanto a la habilitación de los abogados fuera de las facultades, señaló que se trata de un problema político en el que es muy difícil encontrar acuerdos entre los diferentes actores. También se refirió a la cuestión ética relativa a si todo interés merece defensa y consideró que no puede pedírsele al abogado que sea más que la sociedad a la cual está dirigido “y si la sociedad está en estado de anomia y la ética no es un valor muy importante, no le podemos pedir a los colegas que hagan lo mismo”. Entretanto, entendió que la punición mediante tribunales de disciplina no resulta funcional.

“Están llegando a la universidad sectores de la población que antes no tenían acceso a ella. Algunos cambios son internos y están en marcha; otros, en cambio, dependen de la sociedad en general”, finalizó.