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Año VI - Edición 116 15 de noviembre de 2007

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La UCES otorgó el Premio “Justicia 2007” al Decano Dr. Atilio Alterini

  • Notas

El 8 de noviembre pasado el Decano de la Facultad, profesor emérito Atilio Alterini, recibió el “Premio Justicia 2007” de la UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales). El Premio fue adjudicado en oportunidades anteriores a los profesores Germán Bidart Campos -a quien el doctor Alterini recordó como “apóstol cívico de los derechos humanos”‑, Osvaldo Aguirre Obarrio, Jorge Bacqué, Gustavo Bossert, Alberto Bueres, Elena Highton, Aída Kemelmajer de Carlucci, Ricardo Lorenzetti, Horacio Roitman y Eduardo Zannoni.

Para la ocasión el doctor Alterini preparó un trabajo sobre “Respuestas jurídicas ante las nuevas tecnologías: Sistema, principios y jueces” ‑su texto completo será publicado por la Revista La Ley‑, cuyos lineamientos principales expuso en el discurso de estilo al recibir el Premio. En primer lugar, señaló que para entender el entorno actual es preciso advertir que está teñido por la incertidumbre, por expresiones de primitivismo, por la mundialización y por la globalización, y que hay además una filosofía de la postmodernidad. Dijo que, como el proyecto de la modernidad sustentado en el desarrollo tecno-científico fracasó, el postmodernismo le atribuyó ser la causa de los totalitarismos, de las guerras mundiales, de los campos de concentración, de la amenaza atómica, de la contaminación, del desempleo, de las brechas profundas de la pobreza, de la deculturación general con la crisis de la escuela; y agregó que el hombre postmoderno tiene como talante dominante a la aprensión y no a la esperanza, y “celebra el caos, bebe el sinsentido, se ríe con lo grotesco, disfruta en fin el regocijo de una existencia Fellinesca” (citando al profesor de la Universidad de California Calvin Massey).

Indicó también características destacables del Derecho en estos tiempos de postmodernidad: la multiplicidad, que se expresa en la denominada descodificación; la flexibilidad, una de cuyas manifestaciones es la proliferación de ramas y de Derechos especiales y estatutarios que frecuentemente tienen componentes multidisciplinarios; en fin, la rapidez de los cambios que, a causa de la inflación en lo legislativo, lo reglamentario y lo jurisprudencial, produce una sobresaturación, un Derecho “pret-à-porter”, una verdadera “legorrea”.

Calificó como “compleja y delicada” la tarea de interpretación sistemática que debe realizar el juez para captar jurídicamente a nuevas tecnologías, con dos pasos sucesivos: la interpretación de la regla legal de que dispone atribuyéndole cierto sentido y cierto alcance; y, en caso de que esa regla legal resulte insuficiente, la integración del sistema mediante la producción de una norma nueva que extrae de los principios generales del Derecho, los cuales utilizan principios valorativos autónomos y “son fuente principal del Derecho e instrumentos indispensables para su evolución”.

Enseguida mencionó algunas soluciones aplicadas a los denominados casos difíciles, casos especiales e inusuales cuya resolución depende fundamentalmente de los criterios con que los jueces operan el sistema jurídico, y que consideró “piedra de toque para apreciar nítidamente su aptitud y su calidad”. A tal efecto ‑dijo‑ los jueces han invocado, dando preferencia a uno o a otro, desde la Biblia, el Evangelio y las Encíclicas papales hasta opiniones de la doctrina profesoral y soluciones dispuestas en leyes que todavía no rigen o en proyectos de leyes.

Destacó que “buenos jueces, mejor aún grandes jueces, son imprescindibles para cumplir la ímproba tarea de integración sistemática que exige imperiosamente la regulación jurídica de las nuevas tecnologías”, y mencionó el viejo adagio inglés que resume lo que deberían ser las calidades de un juez: “Que sea un gran señor, si sabe Derecho mejor”.

Aclaró expresamente que no está fuera de toda duda que la idoneidad técnica resulta esencial y dirimente, pero consideró que esa idoneidad es un requisito necesario, no suficiente: “no es por sí sola una calidad completa o conclusiva para ser juez, pues también son imprescindibles la integridad y la inteligencia, sustantivo que proviene del latín intus (entre) y legere (escoger) e implica la capacidad de entender o comprender, la aptitud para elegir adecuadamente entre las alternativas que existen para resolver un asunto”.

El Decano Alterini concluyó así su disertación, con una reflexión dirigida a los jueces “desde la trinchera de la experiencia vital de una generación que fue testigo de un siglo al que es aplicable la comprensión con la que Chesterton abrió sus «Cuentos de dos ciudades»: haber sido a la vez «el mejor de los tiempos» y «el peor de los tiempos», la primavera de la esperanza, el invierno de la desesperación”. “Les diría a los jueces que en los tiempos actuales de mundialización, de globalización, de reviviscencia del primitivismo, de extrema rapidez de los cambios que producen multiplicidad y flexibilidad en el sistema jurídico, en estos tiempos en los que es habitual la desorientación, en todos los aspectos del desempeño judicial deben actuar como grandes señores que aporten altas dosis de racionalidad, de sentido común, de firmeza y de claridad en el compromiso con el rol, de serenidad y de aplomo en el ejercicio de la función, porque ‑con palabras de André-Jean Arnaud- «el mayor signo de desconcierto puede ser el no saber dónde situar al propio desconcierto»”.