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Año XIX - Edición 337 28 de mayo de 2020

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La agenda “mujeres, paz y seguridad” del Consejo de Seguridad de la ONU: una crítica feminista

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El Observatorio de Derecho Internacional Humanitario (ODIH) de la Facultad y la Secretaría de Investigación llevaron adelante la jornada "La agenda 'mujeres, paz y seguridad' del Consejo de Seguridad de la ONU: una crítica feminista" el pasado 14 de mayo en el marco del ciclo de conversaciones en línea del observatorio. Moderó Valeria Guerra (integrante del ODIH y docente de Derecho Internacional Público).

La introducción a la charla estuvo a cargo del director del observatorio, Emiliano J. Buis, y luego tomó la palabra Jimena Posleman (integrante del ODIH  y docente de Derecho Internacional Público y de Derechos Humanos y Garantías).

“La agenda de ‘mujeres, paz y seguridad’ inicia en el año 2000 con la resolución 1325 que saca el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y que se compone en total de diez resoluciones”, introdujo y agregó que “es importante entender que ninguna resolución reemplaza a la anterior, sino que se refuerzan y agregan compromisos, se cambia la manera de tratar los conceptos, se avanza según las críticas del feminismo transnacional o las distintas corrientes del feminismo y ONGs nacionales e internacionales”.

Luego indicó que las resoluciones se suelen clasificar en dos grupos. “Las resoluciones del primer grupo son más generales y van a hablar de cómo la mujer puede participar de forma efectiva en la consolidación de la paz (...) y luego vamos a tener las resoluciones que están más relacionadas específicamente con la violencia sexual”, detalló.

En cuanto a la obligatoriedad de la agenda, desarrolló: “La respuesta general y primera sería que no es vinculante porque sigue siendo una agenda política, porque las resoluciones no están dictadas conforme al capítulo séptimo de la Carta de Naciones Unidas, pero sí creo que podemos hablar de que al menos ciertas obligaciones que se encuentran en la agenda sí son vinculantes”.

Asimismo, se refirió a la idea de la igualdad formal: “Es la idea de que vamos a lograr la igualdad cuando logremos paridad de números”, pero sostuvo: “Si nosotros vemos los contingentes y tenemos mitad varones y mitad mujeres, pareciera que el problema es que está en gran parte solucionado. Lo cierto es que no es así porque las mujeres no son un grupo idéntico entre sí y en cada parte del mundo tienen distintas experiencias y atraviesan los conflictos armados de manera distinta. Entonces, acá entra a jugar la cuestión de la interseccionalidad. El hecho de ser mujer también va a cruzarse con otros factores, como la etnia, la condición social y económica, la raza, discapacidad, educación, entre otros”. En esta línea, añadió que “si los lugares para participar efectivamente se abren a las mujeres, no todas tendrán el mismo acceso a esos lugares y este es un problema que, además, viene desde antes de decidir que las mujeres deben participar. Si abrimos lugares y vacantes, pero antes no nos enfocamos en una educación igualitaria para varones y mujeres, o en distintas cuestiones de violencia económica de falta de acceso a recursos, entre otras, probablemente vamos a decir que abrimos los lugares, pero las mujeres no se presentan o no están capacitadas”.

En este marco, cuestionó “qué tanto más sencillo es abordar la cuestión de la violencia sexual que otros problemas que requieren un cambio estructural y cultural más grande y que quizás los Estados no están dispuestos a comprometerse a nivel internacional a hacer”. Y aclaró que “estamos de acuerdo en que la violencia sexual es terrible y en que las mujeres víctimas de violencia sexual atraviesan probablemente un calvario. No vamos a dudar de esto y es algo en lo que todos ponemos poner el foco”. Sin embargo, planteó que “no se habla de cómo se llegó a que las mujeres sufran violencia de género o violencia sexual en los conflictos, qué es lo que pasa antes, qué lugar tienen las mujeres en las sociedades que son sistemáticamente atacadas cuando hay un conflicto armado. De esto no nos encargamos, nos encargamos de un paréntesis pequeño que es el que sucede durante el tiempo de guerra, que no es menor, pero no va a eliminar la violencia sexual en conflictos armados porque la realidad es que las mujeres están insertas en ciclos de violencia que no termina ni comienza con el conflicto armado”.

Más adelante, reflexionó sobre la constante mención por parte del Consejo de Seguridad a la necesidad de incluir más mujeres en las misiones de paz, por ejemplo, para prevenir la violencia sexual. En este sentido, se preguntó si esto “quiere decir que a más mujeres va a haber menos violencia sexual porque además de su trabajo dentro del contingente tienen una función adicional que es cuidar que sus compañeros varones no cometan actos de violencia sexual o que reporten sus actos”.

Hacia el final, se enfocó en la resolución 2467 de abril del 2019: “La necesidad de que hablemos cuáles son las causas de raíz de esta violencia no está plasmada hasta la última resolución que sacó el Consejo el año pasado, que me parece esencial”. Y especificó que “toma mucho lenguaje de la CEDAW y habla de que la violencia sexual está inserta en un ciclo de violencia y de la necesidad de empoderar política y económicamente a las mujeres desde antes del conflicto y en el posconflicto también, lo que probablemente ayude a reducir la violencia sexual dentro de los conflictos armados”.

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