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Año II - Edición 23 06 de marzo de 2003

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Juan Carlos Agulla

  • Notas

El 14 de enero falleció en Buenos Aires el profesor emérito de esta Casa, Dr. Juan Carlos Agulla. Sean estas líneas un breve homenaje a su vida y su obra.

Agulla se vinculó con nuestra Facultad en 1970. Abogado y doctor en derecho por la Universidad de Córdoba, formado en sociología y filosofía en Alemania y en España, titular por concurso de la cátedra de Sociología de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, y director de la carrera de posgrado en Sociología, lo precedía una importante obra de difusión de este conocimiento, pese a las trabas de algunos cultores del derecho dogmático, que sólo entendían a la sociología como una información complementaria o accesoria de los estudios jurídicos. 

Ese año Agulla obtuvo por concurso la titularidad de Sociología en nuestra Casa, comenzando una seria y convocante labor docente que tuvo amplia repercusión. Numerosos alumnos, en esos cursos de 1970, 71 y 72, colmaban los viernes el Aula Magna para seguir sus brillantes clases de teoría sociológica, tarea que continuaba los sábados, con el seminario de Sociología Argentina, que se llevaba a cabo en una amplia aula de la Planta Principal. El entusiasmo, las charlas y las discusiones, de las que participaban docentes y alumnos, continuaba en la confitería de Las Artes hasta entrada la tarde. 

Los cursos de Agulla tenían la particularidad de su neutralidad obtenida a partir del análisis de líneas teóricas divergentes. Se analizaban los clásicos a partir de sus textos, desde su propia óptica, y también se abordaban todas las líneas que habían aportado al pensamiento sociológico moderno. En un tiempo signado por divisiones ideológicas confrontadas, sin tolerancia teórica ni aceptación de ideas contrarias a las cultivadas por los expositores, Agulla constituía una excepción formativa y aleccionadora. Por primera vez en nuestra Facultad, que hasta el momento había conocido sólo cierto historicismo limitado y, en el período inmediatamente anterior, el funcionalismo como paradigma de la sociología, se abordaron los pensadores críticos de la Escuela de Frankfurt y la teoría de la comunicación.

Las clases de Agulla eran ágiles y dinámicas. Como profesor, los que éramos entonces sus ayudantes lo recordamos como una persona accesible, aglutinante, enemigo de toda distancia formal en el trato, y ampliamente respetado y reconocido por sus alumnos, cualesquiera fueran sus opiniones políticas.

Ese primer período de Agulla en la Facultad se interrumpió en 1972, ya que le resultó imposible mantener el esfuerzo de concurrir a su cátedra en Buenos Aires con su residencia permanente en Córdoba. Los hechos posteriores fueron para él, en su continuidad universitaria, tan nefastos como para buena parte de la inteligencia argentina. En 1976 pierde su cátedra en Córdoba y se radica en Buenos Aires. Con el retorno de la democracia accede nuevamente a la universidad pública, obteniendo por segunda vez la cátedra por concurso. A partir de allí su permanencia en nuestra Facultad continúa hasta su fallecimiento. Es designado director del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales Ambrosio L. Gioja, creado para reemplazar a los Institutos que existían hasta ese momento. Desde allí reanuda su obra de promoción y orientación de trabajos de investigación, a partir de la convocatoria de un grupo de profesores con vocación, dedicación y antecedentes en el tema, logrando respeto y adhesión por la seriedad de sus planteos académicos. Los “Cuadernos del Instituto” dieron fe de su vocación organizadora. También continúa con su tarea formativa de posgrado. Luego de su largo desempeño en la cátedra, que matizaba con sus actividades como profesor visitante y expositor en universidades de numerosos países, y llegado el tiempo de su jubilación fue designado, por el Consejo Académico, profesor emérito de la Casa, en reconocimiento de su obra, su dedicación e interés permanente en la calidad académica. Desde esa posición, continuó aportando su experiencia a los cursos de posgrado, al doctorado, y al Instituto Gioja, donde se lo veía con asiduidad y disertaba anualmente.

No cabría en estas páginas la mención pormenorizada de su extensa obra científica. Pero sí cabe señalar cuáles fueron los criterios rectores de su vida académica. El primero de ellos fue la necesidad de adecuar el plan de estudios de la Facultad a los parámetros de las mejores universidades del mundo, que estimó concretado con la reforma de 1985. El segundo, vinculado con el éxito del anterior, su lucha por las mayores dedicaciones docentes y de investigación. Agulla no escatimaba críticas al sistema basado en la docencia simple, accesoria de la magistratura o del ejercicio profesional libre. Para él, la docencia no era sólo una vocación, sino también, y por sobre todo, una profesión que requería principal dedicación; debía ser un modo de vida, en un ámbito donde no constituía, por su retribución, ni siquiera un medio de vida. El tercero era su generosidad académica, y su interés en la formación de quienes trabajaran con él. La incentivación y la desacralización del doctorado, que consideraba una pieza fundamental para la formación del docente investigador, era otro de sus rasgos. En el mismo sentido, instaba a sus colaboradores a la publicación de sus trabajos, única forma de acceso al mundo académico.

Agulla sostuvo siempre que la obra de los investigadores formados debía darse a conocer sin limitaciones, y que sólo la comunidad académica debía evaluar sus resultados. En este sentido, era un firme detractor de los controles ideológicos, metodológicos y de resultados, sin perjuicio de afirmar sus propios puntos de vista en las usuales discusiones de los jueves en el Instituto, que recordaremos siempre por su inestimable valor reflexivo. Nos ha dejado su vocación democrática y su respeto a la calidad de los resultados, sin sectarismos.

"Recordaremos siempre su optimismo y su voluntad de hacer, su sonrisa siempre dispuesta, su llaneza en el trato, su generosidad y firme vocación docente, que continuaba en los mismos términos, fuera del aula, en el bar de la Facultad. Los que hemos sido sus amigos, colaboradores y discípulos hemos perdido con su fallecimiento a un baluarte de la calidad universitaria, cuyo único compromiso fue siempre acrecentarla en todos sus aspectos. Por ello deseamos mantener sus valiosos puntos de vista en el recuerdo..."