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Año XIII - Edición 239 23 de octubre de 2014

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Inteligencia artificial y Derecho: los sistemas expertos legales

  • Notas

La Carrera de Especialización en Derecho Informático invitó el pasado 30 de septiembre a Antonio Anselmo Martino (Profesor Emérito de la Universidad de Pisa, Italia) para disertar sobre el vínculo entre inteligencia artificial y el Derecho. Estuvieron presentes junto al expositor los directores de la carrera, profesor Daniel R. Altmark y Eduardo Molina Quiroga.

Primeramente, Antonio Anselmo Martino advirtió que abordar el estudio vinculado a la inteligencia artificial resulta muy complejo dado que se encuentra en estado de desarrollo pleno. No obstante, afirmó que esta se ocupa de razonamientos automáticos, prevalentemente deductivos. “La deducción es la parte de la lógica en la cual no es necesaria la semántica”, adicionó. En el sistema deductivo, las deducciones necesitan solamente lógica, y no semántica. Manifestó que los sistemas resultan monótonos cuando uno agrega nuevos elementos y las reglas no cambian; por ende, tampoco se observan consecuencias. Pero cuando las consecuencias cambian, el sistema es no monótono. “La idea de construir una máquina que pueda ejecutar tareas recibidas como requerimiento de inteligencia humana es un atractivo”, opinó. De esta manera, explicó que se acuñó la expresión “inteligencia artificial”, debido a que se dice que hacer máquinas capaces de realizar tareas que son pensadas como típicas del ambiente de la inteligencia humana requiere de una mente inteligente. Asimismo, analizó que la inteligencia artificial necesita de dos elementos fundamentales: un sistema de datos y un motor de inferencia. “Esto es todo lo que necesita, que no es poco”, advirtió.

Desde su comienzo hasta la actualidad, la inteligencia artificial ha tenido que hacer frente a una serie de problemas. En este sentido, entendió que las computadoras no pueden manejar, no contienen significados, no tienen autoconsciencia, emociones ni sociabilidad. “Un computador puede hacer solo aquello para lo que está programado. Las máquinas no pueden pensar realmente”, acentuó. En cuanto a la cibernética, el disertante la identificó como una disciplina común a varios sectores de investigación, por lo tanto, trajo como consecuencia que ramas como la psicología, la sociología y la biología pudieran de alguna manera formalizar sus teorías y fueran más lejos al proporcionar métodos de experimentación a través de creación de máquinas que permitieran estudiar conductas, reacciones, reflejos y formas de aprendizaje. En lo que refiere a la resolución de problemas, la consideró un mecanismo de autoregulación, donde el éxito arroja como resultado la interrupción de actividad ulterior, mientras que el fracaso o el éxito completo conducen a nuevos intentos de encontrar una solución enviando y realimentando la información acerca del error a la parte del mecanismo que pone en marcha la actividad, es decir, el efector. Como consecuencia de estas investigaciones, se enfocó el aprendizaje a través de los mecanismos de prueba y error, y del cual se dedujo que el proceso de adquirir un hábito se desarrolla en forma gradual, con una sucesión de pasos correctos, mientras que las acciones que no concuerden con esta sucesión resultan gradualmente eliminadas. “Si la prueba sale bien se incorpora la regla, y si sale mal, el resultado va al sistema para que lo reingenierice y diga cómo es posible sacarlo adelante”, esclareció. Así, los cibernéticos, como fieles representantes de la naturaleza, aceptaron la idea de que ningún aprendizaje surgido de un método de prueba y error comienza mientras no exista una necesidad insatisfecha. Asimismo, demostró que para los cibernéticos la intencionalidad no es un fenómeno vital y enfocado como objetivos humanos ligados a las sensaciones, sino como una retroalimentación negativa, la cual busca el equilibrio del sistema a toda costa.

En cuanto a los drones, aseveró que son el producto más conocido de la inteligencia artificial. “Los operadores pueden estar atentos a los detalles de la operación, por ejemplo de patrullaje, pero los drones hacen todo lo demás, no requieren de intervención humana”, elucidó. Acto seguido, definió al agente artificial como un sistema electromecánico que realiza actividades en forma automática. Actualmente, los agentes artificiales se crean con cierta inteligencia, y suelen tener determinadas características como percepción y reacción con respecto al entorno. “Del entorno van sacando algunos datos, que le permiten resolver problemas que antes no podían resolver. Eso es aprender”, razonó.

Hacia el final, mencionó dos focos que fueron desarrollo de la inteligencia artificial en el Derecho: el primero fue el punto de vista directo de los cultores de la inteligencia artificial, mientras que el segundo fue el de los teóricos del Derecho. Asimismo, señaló que es posible seguir, a través de internet, todos los lugares donde se investiga sobre el tema y donde se realizan productos para las tareas jurídicas. “La inteligencia artificial ha tornado posible la verificación no empírica de muchas teorías que hasta hace poco tiempo eran solo susceptibles de especulación, y al mismo tiempo, ha extendido su campo de acción prácticamente a todo lo conocible”, manifestó. A su vez, examinó que la inteligencia artificial se ocupa de muchos argumentos, desde la robótica, hasta la visión artificial, y por lo que se refiere al Derecho, los temas más relevantes son los relativos al lenguaje natural, la demostración automática de teoremas, los modelos colectivos, el análisis de casos y los sistemas expertos. Para finalizar, expresó: “Un sistema experto es un programa de computación basado en conocimientos que lleva a cabo tareas que generalmente solo realiza un experto humano, es decir, un programa que imita un comportamiento humano en el sentido que utiliza información que le es proporcionada para poder dar una opinión sobre un tema especial”.

“La idea de construir una máquina que pueda ejecutar tareas recibidas como requerimiento de inteligencia humana es un atractivo”, opinó Antonio Anselmo Martino, Profesor Emérito de la Universidad de Pisa, Italia.