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Año XIX - Edición 344 17 de septiembre de 2020

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Extremismo, odio e intimidaci髇: la "whatsapperizaci髇" de la pol韙ica

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El 9 de septiembre tuvo lugar por el canal de YouTube del Instituto Gioja la actividad "Extremismo, odio e intimidación: la 'whatsapperización' de la política".

La expositora fue María José Fariñas Dulce (catedrática autorizada de Filosofía del Derecho, Universidad Carlos III de Madrid Investigadora del Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid; investigadora del Instituto Joaquín Herrera Flores/Brasil; e investigadora del Instituto de Derechos Humanos "Bartolomé de las Casas").

Presentó a la expositora Laura N. Lora (directora del Seminario sobre Sociología Jurídica, Instituto Gioja, Facultad de Derecho, UBA).

En primer lugar, María José Fariñas Dulces reconoció que en las últimas décadas hemos asistido a cambios muy importantes en nuestra vida cotidiana, en la sociedad, en la política asociados a la revolución de las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial. “De la mano de estos cambios tecnológicos han habido también otros cambios, otras revoluciones que tiene que ver con el auge del neoliberalismo, la aparición en la escena de eso que hemos denominado el proceso de la globalización, también globalización neoliberal, con la aparición en el ámbito social y política de una contrarrevolución que podríamos denominar la contrarrevolución conservadora”, señaló.

Asimismo, destacó que “esto va creando un caldo de cultivo en el que la política hoy en día está bastante lejos de lo que ha sido antes o lo que hace algunas décadas pensábamos que debía ser la política”. La política como un espacio público de diálogo, un espacio de debate racional, un espacio público donde los ciudadanos toman tiempo para expresar ideas, demandas y emociones. “Esto es lo que ahora estamos perdiendo de la mano de las nuevas tecnologías y con esta programación neoconservadora o esta contrarrevolución neoconservadora”, planteó.

En esta misma línea argumental, expresó que se está ganando inmediatez pero se está perdiendo y cuando eso sucede se reducen los espacios públicos para razonar: “Todo el mundo tiene acceso al Twitter y WhatsApp y todo el mundo de forma inmediata, es decir, sin pensar, expresa emociones. No está mal expresar emociones evidentemente el ser humano es un componente de razones y emociones. El problema es que se está produciendo una manipulación política de las emociones de las personas. Lo que importa es la emoción primaria, la pulsión que surge en un momento determinado sin dar tiempo a pensar, reflexionar, debatir y construir ideas”, puntualizó. Y agregó que “el problema es que se está empezando a normalizar esto incluso se está normalizando ante una cierta indiferencia. Incluso podríamos decir hacia una cierta indolencia de muchos, muchos que no prescriben que se está jugando con la ira de la gente, es decir con las emociones más fuertes de las personas y se está haciendo esto para obtener réditos electorales y de paso para introducir cambios profundos en la sociedad”.

El denominador común de estos mensajes de odio y de intimidación proliferan en redes sociales es una especie de actitud antiderechos. “Una actitud antiderechos que se enmascara por parte de grupos sociales que no quieren perder su poder institucional, social, incluso económico y que enarbolan la bandera de la libertad y de los derechos individuales pero no aceptan que los derechos y las libertades son para todos”, señaló y explicó que “siguen pensando que los derechos son un coto vedado, una especie de privilegio, de lujo política en manos de unos pocos. Y esos pocos son los que quieren patrimonializar la idea de la libertad y de los derechos”.

En ese sentido, sostuvo que “se están instalando mensajes supremacistas, mensajes que hace algunos años hubieran sido mensajes delictivos, no sólo escandalosos”. Se trata de mensajes de superioridad de clase, racial, género, afectivo-sexual, religiosa, étnico-nacionalistas, antiglobalizadores. “Son mensajes que se difunden muy rápidamente por las redes sociales, a través de tuits y wasaps y ponen en marcha lo que he denominado la política de las tripas que no duda en alimentar el miedo, la división, el odio, el resentimiento económico, cultural entre los ciudadanos. (…) Se apela incluso a supuestos valores morales tradicionales, esenciales, seguros: Dios, la familia, la propiedad privada, el orden, a la soberanía, la nación”, señaló. “Son conceptos que se están instalando en el imaginario social y en el discurso políticos de muchos líderes más o menos carismáticos. Pero desenfoca totalmente la realidad y evita entrar críticamente en la discusión de cuáles son los verdaderos problemas que nos tocan vivir en esta ya mitad del siglo XXI”, reflexionó.

Remarcó que este desenfoque no es inocente porque estos mensajes emotivos buscan culpables en los otros antagónicos, a los cuales precisamente responsabiliza de sus pérdidas sociales y económicas. “Por eso estos mensajes nos incitan a odiar a nuestro adversario, a odiar a los otros. Este lenguaje de enfrentamiento es un lenguaje bélico de eliminación del enemigo. Es decir, ya no solamente nos abocan a odiar a nuestros congéneres es que además nos llevan a que tengamos la intención de eliminarlos”, expresó. Y añadió que “es un juego muy peligroso que ya está instalado en varias democracias liberales tanto en América Latina como en Europa. Es un juego de suma cero entre la antipolítica y la agitación de mensajes antisistema en las redes sociales que pretenden hacer que creamos que el Estado de derecho está en ruinas, el sistema democrático está herido por la corrupción, por la migración ilegal, por la fractura social”. La complejidad de estos mensajes es que intentan alarmar a la ciudadanía: “Sobre todo, a alguna ciudadanía empobrecida, desclasada, en muchas ocasiones humillada por los poderes políticos, temerosa ante los cambios del entorno en el que nos toca vivir. Si a eso se le inoculan estos mensajes de enfrentamiento y de odio tenemos el cóctel perfecto”.

Para finalizar, afirmó que “los problemas cuando son reales, cuando son reales y no inventados, no son fascistas o democráticas, no son progresistas o retrógrados, no son de derechas o de izquierdas, los problemas son reales, los que son de derechas o de izquierdas, fascistas o demócratas, progresistas o retrogradas son las soluciones. Ahí es donde radica la diferencia”.

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