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Año XVII - Edición 303 31 de mayo de 2018

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Epistemología feminista y derechos: conocer, ignorar, resistir

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Con la organización de la Maestría en Filosofía del Derecho (UBA), el pasado 16 de mayo en el Aula 1 de Extensión Universitaria se realizó la conferencia “Epistemología feminista y derechos: conocer, ignorar, resistir”, a cargo de Diana Maffía.

En este marco, introdujo: “La epistemología feminista es uno de los productos teóricos del movimiento académico feminista”. Contó, además, que el feminismo es una posición que ha ido variando desde su surgimiento, se dio junto con la constitución del Estado moderno, en donde aparece un cambio sustancial que es de pensar los lugares sociales, y sobre todo los lugares sociales vinculados al género –mujeres y varones– pero también otras cualidades que se portan en los cuerpos, fundamentalmente la raza y la edad. Es decir, “pensar los lugares sociales de ciertos sujetos como lugares jerárquicos estuvo desde la Antigüedad basado en la naturaleza de los sujetos, basado en cuestiones ontológicas o metafísicas”, detalló.

Tal naturaleza, según Aristóteles, se funda el orden social. Por lo tanto, Maffía explicó que describir cómo son implica describir diferencias y agregó que se consideraba que si dos sujetos eran diferentes uno era superior y el otro era inferior. “Por un lado se naturaliza y por otro lado las diferencias se transforman en una jerarquía. Esa es quizás la estructura más profunda de los modelos de discriminación y jerarquización social más rígidos y más difíciles de desarticular porque las diferencias se portan en los cuerpos; están visibles”, puntualizó. En este sentido, aseveró que “la naturalización de un sistema de poder tiene el efecto de que no hay ninguna carga moral ni ninguna responsabilidad política en establecer ese dominio y, además, para el dominado, no hay ninguna esperanza de emanciparse” y sostuvo: “Esto mismo se aplica a las relaciones de género: el varón es superior a la mujer. Quiere decir que cuando un varón ve un cuerpo de una mujer, sabe que es un cuerpo del que puede disponer y cuando una mujer ve a un varón, ve a alguien que tiene autoridad sobre ella y a quien debe obedecer”.

Por otro lado, expuso que el sentido patrimonial de propiedad era la propiedad que el patriarca cabeza de familia tenía sobre su mujer, sus hijos, sus esclavos y su hacienda. “La idea patriarcal de que a un varón le pertenece una mujer o sus hijos patrimonialmente es una expectativa que muchas veces justifica que cuando se quiere enajenar ese bien porque, por ejemplo, la mujer se quiere ir o porque no le satisface el vínculo, la reacción sea violenta”, indicó y manifestó: “Esa impronta de propiedad sobre la mujer y los hijos es algo que todavía en el presente tiene algunos residuos”.

Al retomar su exposición sobre la Antigüedad, recordó que “las relaciones políticas estaban congeladas para un pequeño conjunto de sujetos privilegiados, a los que se llamaba andros, que era el varón poderoso capaz de ciudadanía en Grecia, de ahí viene la palabra androcentrismo”. Seguidamente, reflexionó: “Lo que preocupa, desde la mirada feminista en el derecho, es no solamente el machismo o el sexismo, sino el androcentrismo: una mirada de poder compleja que involucra la cuestión de género, de clase, de etnia y de edad, aspectos que hacen que ciertos sujetos se constituyan en sujetos hegemónicos”. En esta línea argumental, enfatizó: “La naturalización de los lugares sociales dura muchos siglos, más de dos mil años, y se rompe con la Revolución Francesa, con la idea de que en realidad los sujetos no nacen con unas características naturales que los hace poseedores de la capacidad de mando y obediencia”.

Por otro lado, señaló que en la Modernidad aparecen justificaciones en la ciencia de la expulsión de las mujeres de la ciudadanía y de los derechos: “Hay ámbitos donde se produce saber con valor epistémico y con valor económico y ámbitos donde se producen saberes como los cotidianos, que tienen que ver con la reproducción de la vida que son de poco valor de cambio”. Asimismo, explicó que la relación de poder amo-esclavo se diluye porque aparece el trabajo rentado pero la del varón como superior a la mujer y el adulto superior al niño quedan congeladas en esa unidad naturalizada de la familia y aparece el patriarca cabeza de familia como aquel que no solo tiene superioridad y propiedad sobre su mujer y sus hijos, sino aquel que va a generar el vínculo entre la familia y el Estado.

Más tarde, especificó que “las cualidades que se nos admiten a las mujeres son cualidades que no solo no tienen valor epistémico, sino que obstaculizan las que tienen valor epistémico. Tardó mucho tiempo la teoría del conocimiento, la epistemología y también la economía y la ética en considerar el valor racional de las emociones”.