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Año VI - Edición 103 19 de abril de 2007

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El objeto de la Antropología hoy

  • Notas

La Embajada de Francia, el Centro Franco-Argentino de Altos Estudios y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, hicieron posible que uno de los intelectuales más distinguidos de la actualidad, el antropólogo francés Marc Augé, visitara el país y brindara una conferencia sobre “El objeto de la Antropología hoy”. La disertación tuvo lugar el 10 de abril en el Aula Magna de nuestra Facultad, donde además participaron como presentadores y comentaristas los profesores Jaime Sorín (Vicerrector de la UBA), Cecilia Hidalgo (Facultad de Filosofía y Letras de la UBA) y Patrice Vermeren (Centro Franco Argentino de Altos Estudios de la UBA).

En representación de nuestra Casa de estudios, el Vicedecano Dr. Tulio Ortiz, se mostró orgulloso por tan ilustre visita y sobre todo por contribuir de esta manera al diálogo interdisciplinario, centrado en la discusión sobre la modernidad y la posmodernidad, que son centro del análisis del antropólogo. Brevemente, invitó a Marc Augé a sentirse como en su casa, no sólo por estar en la universidad pública, sino también por ser ésta una casa de altos estudios que ha tenido siempre como referente a la cultura francesa.

Patrice Vermeren fue quien ofició de presentador y propuso los principales interrogantes en los que actualmente se encuentra trabajando Augé: “¿Puede el ser humano huir de la modernidad? ¿Puede el antropólogo huir de la tarea que le ha asignado la filosofía y escapar del mito del buen salvaje de Jean Jacques Rousseau?”.

Seguidamente, Marc Augé comenzó su conferencia agradeciendo a los presentes y tratando de desmitificar la imagen color sepia que en general se tiene de los antropólogos. De este modo, explicó que el origen de la antropología se puede rastrear en la etnología: el estudio de las culturas. Gracias a ella, se descubrió que los distintos pueblos humanos compartían rasgos simbólicos comunes: intelectualidad, institucionalidad, filiación, mitología y temporalidad. Hoy, el objeto de la investigación antropológica excede ese marco. “La antropología ya no está limitada al estudio de las sociedades en vías de extinción, sino que ahora está abocada al estudio de las relaciones simbolizadas e instituidas de los individuos, tal como éstas toman forma en contextos complejos” -replicó Augé.

Es en ese nuevo ámbito que el profesor francés encuentra el problema actual de toda actividad contemplativa: cualquier análisis nos exige pensar en términos de globalización. “Hay una ideología que supone un mundo sin fronteras” -afirma. Sin embargo, esta globalidad produce efectos de homogeneización a la vez que fenómenos de exclusión. Se trata de una contradicción que se verifica en dos fenómenos espaciales paralelos: mundialización y urbanización.

La globalización -explicó Augé- supone la extensión por todo el mundo del mercado liberal y la tecnología de la información. Esto nos otorga una conciencia planetaria y a la vez abismal: nos damos cuenta de que vivimos juntos, en un espacio reducido, pero peligroso, separados entre ricos y pobres, sabios e ignorantes, desarrollados y subdesarrollados. Se trata, en definitiva, de un mundo que se alimenta de sus propias contradicciones. Este fenómeno cambia nuestra forma de percibir nuestra propia historia; la deslocaliza, mueve su centro y transforma nuestra percepción del tiempo y del espacio. El mundo, en la visión del antropólogo, es objeto de una triple mutación: política, mediática y espacial.

La mutación geopolítica es representada en la oposición entre lo global y lo local, que transforma la antinomia exterior-interior en términos de guerra e inmigración. Pero a la vez, se introduce una oposición entre sistema e historia, donde se nos propone que la democracia representativa y el mercado liberal forman una pareja indestructible desde el pensamiento: de eso se trata el fin de la historia.

En el mundo de la imagen, se refuerza el carácter hiperreal del sistema, confundiéndose la realidad y la ficción. “Hoy por hoy no existe un espacio público plantario”, sostiene Augé, de modo que la sensación de globalidad se esfuma en la angustia de no poder relacionarse con los otros de un modo real. Por eso, los medios toman la delantera y a través de la multiplicación de imágenes y mensajes intentan sustituir ese espacio público inexistente. Se plantea un juego perverso entre espacio público y espacio-de-lo-público (en un sentido teatral, pantomímico).

“Hoy los medios representan lo que antes las cosmologías” -arriesga nuestro invitado. Los medios nos proponen una visión de la persona, simbolizando espacio y tiempo, y tiñendo de sentido la relación entre los individuos. Se trata, ahora, de una tecnocosmología: mundos producidos con los artefactos tecnológicos más sofisticados que haya conocido la humanidad. “La tecnología -destaca Augé- hoy compite contra las religiones y las filosofías”, y en ese sentido es totalitaria: aliena; nos hace creer que en verdad estamos más conectados.

En tercer lugar, la extensión espacial. Hoy el mundo es como una ciudad inmensa, y a la vez, cada ciudad hoy es un mundo, con toda su diversidad, su complejidad y sus batallas interplanetarias al interior de las calles. “Vivimos una estética de la distancia”, acostumbrados a tener una visión global de las cosas, nos desacostumbramos a ver las rupturas. Se plantea entonces, la paradoja de la continuidad espacial y la discontinuidad real. Creemos que podemos estar al mismo tiempo en todas partes, y a la vez las prohibiciones de movilidad aumentan paso a paso.

A pesar de todo este marco desesperante, Augé nota que el sujeto resiste, que no renuncia a expresarse y a vincularse. A diferencia de Zizek que reivindica el derecho a no participar en cuanto debate político surja, Augé propone no renunciar a los debates que nos conciernen y comprometernos con la toma de conciencia. A trasmano de este nuevo siglo, el antropólogo se permite volver a pensar en utopías. Pero no en aquel ensueño adolescente (en el que según él hoy estamos constantemente inmersos) sino en la posibilidad mínima de pensar en tiempo futuro, donde la educación y la solidaridad nos conviertan en personas sabias y adultas, dispuestas a hacer de esta virtualidad global, una realidad universal palpable, menos narcisista y más provechosa.

Marc Augé nació en Poitiers en el año 1935. Como docente ha impartido clases de antropología y etnología en la École des Hautes Études en Sciences Sociales antropólogoes (EHESS) de París, en la que ocupó el cargo de director entre los años 1985 y 1995. También ha sido responsable y director de diferentes investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS).

En su obra se destaca la aproximación al concepto de la "sobremodernidad", construido a partir de una reflexión sobre la identidad del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la presencia de la tecnología.