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Año XX - Edición 361 09 de septiembre de 2021

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Discriminación, racismo y prejuicio. Un análisis desde la Psicología Jurídica

  • Notas

El 24 de agosto de 2021 el Departamento de Ciencias Sociales junto a INEDE (Instituto de Neurociencias y Derecho de la Fundación INECO) organizaron jornada "Discriminación, racismo y prejuicio. Un análisis desde la psicología jurídica", que contó con la participación de Lily Chen (investigadora del Instituto Neurociencias y Derecho de la Fundación INECO) y Francisco Ferrer Arroyo (profesor de Psicología y Sociología Jurídica).

Francisco Ferrer Arroyo se preguntópor qué discriminamos. “No es que la gente mala discrimine, no es que sea una persona sádica para discriminar. Ya se dieron cuenta de que todos discriminamos porque es una función cognitiva superior. Los animales también la tienen. Cuando a mi perro le doy un alimento que no le gusta, me lo discrimina, no lo come, pero lo usa. Los seres humanos tenemos una capacidad de discriminación superior porque podemos ser mucho más sutiles en esta capacidad”, señaló.

En este marco, comentó que el prejuicio y la discriminación tienen dos funciones: una social y otra psicológica. “La social se podría decir que para mantener el orden que hemos adquirido. (...) Este orden es una sociedad ordenada, con determinados patrones, a la que llegó después de muchas guerras, revoluciones, gente que creció en la pirámide social, gente que se cayó. ¿Y este nuevo que aparece? Acá no tenés lugar. Hay que cambiar todo. Hay que reestructurar todo. Todo eso no lo piensa la gente. Simplemente actúa como: ‘Esta no es una sociedad para vos’”, planteó y agregó que “‘¿Por qué no buscas un lugar que sean como vos?’ Es la forma más sutil, si querés, del prejuicio, desde el cariño, desde la contención. También puede ser otra forma, mucho más agresiva, que es ‘acá no queremos gente como vos’, porque los que son como vos tienen tales características”.

Asimismo, sostuvo que la discriminación también está asociado a mantener privilegios. “Discriminar no genera ciertos beneficios. El primero es que separo al distinto, cuido mi lugar en el mundo, que no me lo vengan a cambiar. Separo al que no es parecido a mí y me permite proyectar en él toda la culpa de lo que ocurre”, enfatizó.

En relación con la función psicológica, señaló que “me permite creer que esa persona lleva a cabo conductas que en realidad me gustaría llevar a mí, y es lo que en psicología se llama proyección. El otro hace o en mi imaginación hace cosas que yo creo que hace, pero yo no sé si las hace”. Y sumó que “esto es muy común porque no nos animamos a hacernos cargo de algunas fantasías o algunos deseos propios. Entonces se las atribuimos a un tercero y entonces consideramos que en Estados Unidos lo que pasaba es que se asociaba el color de piel con la promiscuidad sexual”.

A modo de conclusión, expresó que “la discriminación es algo consustancial con el género humano y con los animales. Discriminamos y eso nos ayuda a vivir. El problema es cuando discriminamos en función de proteger privilegios y que eso nos permite mantener una situación de acomodo en este mundo a costa de no permitirle a los otros ingresar en ese mundo o a costa de externalizar nuestros malestares emocionales, responsabilizando a terceros por las cosas que nos pasan a nosotros”.

Para finalizar, afirmó que “la forma para deconstruirnos en este campo, donde también tenemos que deconstruirnos, es primero aceptar que somos enfermos. Primero aceptar la enfermedad y esto es como el adicto. Te vas a poder dar cuenta de lo mal que te hace y lo mal que le hace al otro. Y una vez que vos ya podés controlar tu forma de pensar, de sentir y de actuar en función del otro, tenés que saber que siempre vas a ser un adicto en recuperación”.

A su turno, Lily Chen remarcó que “muchas personas que a pesar de sufrir racismo, lejos de posicionarse, a veces, contrariamente a él, eligen el silencio. Muchas personas que sufren de racismo eligen callar y con razón, porque las personas racializadas tienen una doble tarea”. Y añadió que “una primera tarea que es de angustia, porque al salir del silencio, al manifestarlo, hay que volver a transitar lo que duele, lo que angustia. Y una segunda tarea que es de contención. Que a pesar de que duela y que enoje procurar constantemente no expresar violencia o las personas que son violentas con nosotres porque sabemos cómo se siente y no solo queremos hacer nadie”. En esa misma línea argumental, subrayó que “la ausencia de manifestación por parte de las personas racializadas, se debe a una principal razón: el hartazgo. Si además de tener que vivirlo, tuviésemos que explicar por qué está mal y por qué daña, incurriríamos constantemente en el doble de esfuerzos”.

A continuación, explicó que “las personas racializadas somos aquellas que no tenemos que decir que somos de otro país. Yo no tengo ni que abrir la boca para hablar. Porque la discriminación está ligada automáticamente al aspecto físico”. En ese sentido, aclaró que muchas veces se confunde el racismo con mezquindad o maldad, pero no es solo eso. “Es eso, pero no solo eso, al menos, sino que es un sistema. Es parte del sistema, mejor dicho, que tiene como fin oprimir, subyugar a las personas racializadas, estas que no necesitan hablar para ser discriminadas y principalmente, además de oprimirlas, mantenerlas oprimidas”.

Luego indicó que “el racismo tiene algo muy particular, que es que tiene la posibilidad de circular entre todos nosotros bajo un disfraz. Es el disfraz de la naturalización y esta naturalización tiene lugar, puede existir, pues sigue existiendo exclusivamente debido a que el racismo no tiene nombre (...), sino que circula normalizado, circula oculto en las sombras del chiste, del estereotipo, del prejuicio”.

Sin embargo, no es una causa perdida combatirlo en absoluto. En primer lugar, nominarlo, ya es un gran paso. (...) Luego de nominarlo empieza la carrera, o mejor dicho, un camino, porque correr acá no sirve. Es un camino de desandar y desactivar el racismo. Y digo desactivar porque es posible desactivarlo”.

En cuanto a la complejidad que esto conlleva, expresó que “cuando se les señala a alguien que está incurriendo en una práctica racista que ataca a personas racializadas, suelen reaccionar muy mal. Suelen esquivar el error que les señalas alegando que es una estupidez o una superficialidad por la cual no vale la pena ni siquiera discutir o hasta se enojan o se ponen muy violentos”. Entonces, descalifican la gravedad de la práctica racista. “Interpretan tu herida como un ataque personal hacia ellos como una ofensa personal. Y la única forma que tienen para no hacerse cargo de la autoría de esa práctica racista es despojándolo justamente de su condición como tal”, aseveró.

Chen sostuvo que si el racismo hiere sensibilidades debería ser reconocido como peligroso por esa misma razón: “Y lo más difícil de combatir en estos casos es la falta de empatía. Y esto se debe también a que el discurso racista instauró en nuestras mentes en algún momento que pormenorizar todas las consecuencias negativas está bien. Las consecuencias negativas que pueden llegar a tener nuestras palabras está bien que no nos importe. Entonces el racismo también hace eso, nos hace creer que no hay que preocuparse por cómo usemos nuestras palabras”.

Por último, reflexionó que “vivimos en una sociedad racista. El racismo es sistémico porque está en la educación, está en la ley. Por lo tanto, en una sociedad que es racista sistémicamente, el ‘yo no soy racista’, ‘no soy racista’ o ‘yo tengo tres amigos negros’, es insuficiente. Es decir, no ser racista, es ir en otro carril distinto al racismo, pero ir en la misma dirección. Entonces, en su definición, el no ser racista implica convivir con el racismo. Por eso es necesario ser antirracista. Solo así se puede ir en la dirección contraria”. “El antirracismo no es atacar a los racistas, es incomodarlos. Pero te tenemos que avisar de antemano que para incomodar a otras personas primero te tenés que incomodar vos. (...) La lucha antirracista, al fin y al cabo, es la lucha por la empatía”, concluyó.

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