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Año XXI - Edición 378 01 de septiembre de 2022

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Derecho, arte y filosofía

  • Notas

En el SUM del Instituto de Investigaciones A. Gioja, el pasado 8 de julio tuvo lugar la actividad "Derecho, arte y filosofía". En ese marco, la profesora Paula Kuffer (Universidad de Barcelona) conversó con Susana Paponi (CEFC), Hernán Ulm (UNA) y Christian Kessel (UBA). El evento fue organizado por el proyecto UBACyT "La literatura y las formas jurídicas en la lengua del derecho: la administración de justicia como espacio dramático” y auspiciado por el Centro de Estudios en Filosofía de la Cultura (Universidad Comahue).

La presentación estuvo a cargo de Federico Winer y Gonzalo Aguirre (profesores adjuntos de "Teoría del Estado"). Por su parte, Paula Kuffer comentó sobre su trabajo con la obra de Walter Benjamin en relación con la historia, la representación y la posibilidad de la justicia en tanto ejercicio rememorativo. En ese marco, se preguntó si el derecho es una representación de la justicia o qué le falta al derecho para ser justo o que le sobra. Y aclaró que está problematizando la cuestión de las potencias y de los fracasos. “Cuando me refiero a las potencias de los fracasos, fundamentalmente, estoy hablando de fracasos emancipatorios o de fracasos de la justicia, de justicia o de la injusticia como ejecución, y de la potencia del fracaso, en tanto que es todavía lo que no ha sido, en tanto que puede llegar a ser. Yo entiendo estos fracasos como una experiencia política”, señaló.

Asimismo, se refirió a la noción de narración: “Es el vínculo entre generaciones. Esta narración nos permite conectarnos con todo aquello no vivido, como toda la historia de la humanidad. Poder pensar en Grecia, poder pensar en Roma, poder pensar en la Argentina de los 70 y poder pensar en la Guerra Civil Española. Ese poder pensarnos a través del otro desaparece en el terreno de la información, que es un vínculo más solipsista, más narcisista y en el que no hay esa idea de encuentro con lo otro, que también puede ser entendido como lo no sido en ese encuentro, en tanto la narración es intersubjetiva. Es la intersubjetividad misma, la transmisión misma”. Y añadió que “no se trata tanto de qué historia se cuenta, sino de que se transmita. Y esto apunta también a un vínculo, a una experiencia del tiempo en el que hay o se construyen tradiciones, tradiciones emancipatorias y también tradiciones de dominación”.

En esa misma línea argumental, planteó que “en el momento en el que acaba la narración, Benjamin detecta algo que es muy contemporáneo, que es el final de este vínculo transhistórico, transgeneracional, ligado precisamente a los saltos temporales, a la posibilidad de recuperar cuestiones todavía no saldadas, las injusticias que todavía no se han convertido en injusticia. Y precisamente apunta esta posibilidad de actualizar, de poder darle otra oportunidad a aquello que que no ha sido en tanto anhelo de justicia. Esta narración intersubjetiva es la que crea la experiencia de esta narración, es el espacio también de lo político”. Y enfatizó: “Entre tiempo y conocimiento hay una relación inconfundible que debemos trabajar. Pero precisamente también el final de la experiencia, el final de la narración, apunta también al final de cierta experiencia del tiempo que queda recluido en ese presente absoluto del que hoy todos tenemos una constancia y una experiencia absoluta con nuestros dispositivos”.

Por lo anterior, expresó que “no hay un engranaje que genere un vínculo colectivo, sino que cada vez estamos más atomizados, más resguardados y más opacados por nuestros dispositivos. A la vez que es la exposición absoluta, la exhibición absoluta, el voyeurismo absoluto, pero no desde una posición de un yo demasiado repleto que no puede salir a un encuentro con lo distinto”. “Si atendemos también a las representaciones de los dispositivos, sin ninguna duda, uno de nuestros espacios sociales más importantes, quizás podamos pensar la decadencia de la experiencia”.