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Año V - Edición 90 14 de julio de 2006

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Conferencia - La Política Agrícola Comunitaria y sus efectos

  • Notas

El 29 de junio visitó nuestra Facultad el profesor Gabriele Orcalli, de la Università degli Studi di Padova, para disertar sobre "La Política Agrícola Comunitaria y sus efectos". Invitado por el Centro de Estudios Interdisciplinarios de Derecho Industrial y Económico (CEIDIE), el especialista en política europea ilustró sobre la historia de este particular y polémico proceso, siendo en este caso la suya una mirada cercana.

Luego de ser introducido por la Dra. Sandra Negro, Gabriele Orcalli dejó en claro de antemano que el problema agrícola es una constante en todo el mundo. Principalmente porque se trata de un problema de precios, donde la estabilidad es muy volátil y una pequeña variación puede alterar fuertemente los mercados debido a la elasticidad.

En ese sentido, nuestro invitado explicó que mucho antes de la conformación de la Unión Europea, ya existía el problema a nivel nacional sobre cómo hacer para subsidiar al sector agrícola a fin de equipararlo con el sector industrial de la economía. Esta dificultad luego se trasladaría a la esfera comunitaria.

Cuando se llevó la discusión a la Comunidad Europea, apareció la disputa entre Alemania y Francia sobre cómo hacer para evitar que la economía alemana, que era industrialmente más fuerte y podía sacar mayor provecho del mercado común, eclipsara a la agricultura francesa. Las primeras soluciones que se pensaron tuvieron que ver con la fijación y el sostenimiento de los precios agrícolas. De Gaulle, en ese momento, estableció como condición para la Comunidad que Alemania soportara gran parte de los gastos necesarios para sostener los precios agrícolas, como forma de redistribuir los beneficios.

Técnicamente, una comisión de la Comunidad Europea estudiaba el mercado y proponía un precio de sostén para cada producto. Si el precio de mercado resultaba finalmente más bajo que el precio fijado, la Comunidad debía comprar el excedente para equiparar los valores. Ése era el primer problema. El segundo inconveniente, surgía porque el precio del mercado mundial siempre resultaba mucho más bajo que el precio del mercado europeo. De este modo, la protección debía incrementarse. Esta intervención se tradujo en la elevación de las tarifas aduaneras de importación, que afectaban países como la Argentina. “Este sistema de protección es claramente muy fuerte y generó gran oposición al exterior, pero también al interior de la Unión Europea”, aclaró nuestro disertante.

El problema de una política agrícola común —explicó— es que genera gastos muy elevados para el interior de la Comunidad. De esta manera, indirectamente, se incentivaba la sobreproducción de determinados bienes agrícolas, dado que los productores especulaban con el precio fijo que resultaba más beneficioso y se aseguraban la satisfacción total de su oferta. Durante muchos años, eran corrientes las imágenes televisivas que mostraban la destrucción de parte de la producción europea porque nadie la compraba. Este exceso de producción agrícola creaba un mercado fuertemente distorsivo: “no había ninguna relación con la verdadera demanda; lo que determinaba la oferta era el nivel de precios sostenidos por la Comunidad” —agregó Orcalli. Así, a través de los años el presupuesto comunitario fue aumentando considerablemente, de modo que aproximadamente el 80% del mismo se gastaba en el sostenimiento de los precios agrícolas. Pero además, se potenciaba la desigualdad al interior de la Unión, porque los países más desarrollados se cobraban los mayores beneficios de esta política al gozar de mejores posibilidades de producción. El sueño de la autosuficiencia aparecía entonces frustrado.

“¿Entonces cómo se solucionó esto?”, se preguntó nuestro profesor. Había que exportar el excedente. Esto duplicaba el problema, no sólo porque aumentaba el gasto en subsidios para volver más competitivos los precios, sino porque además generaba gran rispidez diplomática con los países no europeos. A la larga debió llegar un cambio. El primer desarrollo —advirtió Orcalli— consistió en disminuir los precios de sostén de la producción. En segundo lugar, se empezaron a otorgar los subsidios no por cantidad de producción sino por cantidad de hectáreas. Y en tercer lugar, fue introducido el mecanismo del set aside, que consistía —a grandes rasgos— en incentivar a los productores a inutilizar cada año una porción de sus hectáreas en proporción al terreno que cada uno poseía.

Algunos años después, ya entrado el siglo XXI, se profundizó este mecanismo de cambio para equilibrar el desacople existente entre la producción y los subsidios. Y el acento, ahora —según relató nuestro expositor—, se puso en el desarrollo tecnológico y ambiental como factores de subsidio, en lugar del nivel de producción o la cantidad de hectáreas. Pero lo más importante, es que esta reforma permitió reducir bastante —aunque nunca lo suficiente— la protección del mercado. El problema actual es la entrada de nuevos países a la Unión, cuyas expectativas, en gran parte, están puestas en estas salvaguardas.

Lamentablemente, para Orcalli hoy no se ve en las reuniones al interior de la Unión Europea que la discusión por la reducción de los subsidios esté predominando la agenda. “Hoy la protección ya no es tan alta, pero sigue siendo considerable al punto de mantener grandes diferencias con el mercado internacional”, afirmó. Finalmente, él avizora que la solución probablemente no vaya a darse dentro de la OMC —a nivel multilateral—, sino a través de convenios regionales (con el MERCOSUR, por ej.) que permitan ir poco a poco matizando las diferencias. 

Gabriele Orcalli es profesor de Economía de la integración europea en la Universidad de Padua (Italia). Sus publicaciones recientes y sus intereses actuales de investigación cruzan el comercio internacional y los acuerdos comerciales internacionales; la relación entre el comercio y la migración en acuerdos comerciales regionales; y el análisis constitucional de la integración de la UE.