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Año IV - Edición 81 22 de diciembre de 2005

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Conferencia - La crisis de la razón jurídica: principios o derecho escrito

  • Notas

Críticos de las posturas extremas o fundamentalistas, algunos juristas intentaron pacificar la contienda sin demasiados éxitos. Uno de los autores que en la actualidad intenta superar este dualismo es el profesor colombiano Dr. Andrés Botero Bernal –investigador de la Universidad de Medellín–, quien dictó el 16 de noviembre en nuestra Facultad la conferencia La crisis de la razón jurídica: principios o derecho escrito, donde expuso su tercera opción teórica y práctica.

Al mejor estilo dialéctico, Botero Bernal insistió a lo largo de su disertación en lograr una síntesis entre aquellos elementos del iusnaturalismo y el iuspositivismo que “se deben rescatar”. De esta forma, criticó toda parcialidad extrema que no puede ver más allá de sí.

En especial, hizo referencias directas al conflicto suscitado entre estas dos teorías en América Latina. Así, comentó que en el siglo XIX la legislación iberoamericana se construyó sobre la base de una mezcla entre la exégesis francesa y la dogmática alemana, cuyo resultado luego se daría en llamar “formalismo jurídico latinoamericano”. Este fenómeno, si bien no predominó del todo en Argentina, sí tuvo alto impacto en los sistemas jurídicos de Centroamérica.

La particularidad de esta suerte de mestizaje jurídico tuvo como consecuencia la propagación de un principio propio en nuestro continente: “la norma por la norma; la forma por la forma”. Esta exageración del formalismo positivista fue desencadenada, según Botero Bernal, por una interpretación tendenciosa de la teoría exegética. Mientras que en Francia la exégesis nació como un logro legalista-democrático para dar legitimidad a las leyes y hacer cumplir los Códigos, en América Latina se utilizó esta interpretación formalista como un “mecanismo de dominación oligárquico” a ultranza, con tintes dictatoriales.

El efecto de este extremismo formalista –al que no le importaba en absoluto el contenido de la norma– despertó finalmente un “odio al formalismo” y abrió paso al método de principios y valoraciones del juez. “De un peligro se pasó a otro” —dedujo nuestro profesor invitado–.

Por otro lado, Botero Bernal señaló las “gravedades” de tales teorías cuando son tomadas de manera absoluta. En el caso del “principialismo”, éste conduce a que cada cual tenga su propia respuesta, lo que se traduce en un relativismo extremo que atenta contra la seguridad y la previsibilidad jurídica (“peligrosísimo en materia penal”). Por el lado del “formalismo”, la crítica es que por esta vía se tiende a aplicar la ley sin advertir lo que sucede efectivamente en la realidad.

Absolutamente irónico y desafiante, nuestro disertante colombiano sugirió: “Yo no quiero estar sometido a la democracia que propone Habermas... No quiero estar sometido a la jerarquía de principios prevista por Alexy”. De este modo, atacó fuertemente la tendencia actual que cree que el juez puede ser un Hércules —al decir de Dworkin— que puede solucionarlo todo a partir de sus propios principios.

En lugar de estos extremos, Botero Bernal propuso adoptar una vía intermedia. Para esto explicó sus premisas fundamentales: abandonar el falso dualismo iusnaturalismo-formalismo rescatando lo mejor de cada sistema; y trascender la dicotomía tajante que se plantea entre la realidad y el derecho –entre el ser y el deber ser–.

Sin embargo, nuestro catedrático invitado no se limitó sólo a destacar las falencias actuales en materia teórica. También aprovechó para alertar sobre el fracaso de los sistemas judiciales estatales para satisfacer las demandas litigiosas de la sociedad. “Hay un gran porcentaje de la población que no recurre al Estado para resolver sus conflictos”, agregó. En ese sentido, explicó que las opciones a las que recurren los ciudadanos en muchos casos se sintetizan en tres modalidades: la justicia paraestatal –“muy peligrosa”–; la justicia delincuencial –“peligrosísima”–; y la justicia comunitaria.

Sobre esta última forma Botero Bernal cerró su propuesta final. Según sostuvo, este nivel intermedio entre la burocracia estatal y la base ciudadana, ofrecería un mecanismo interesante que, a la vez que renovaría el poder estatal, devolvería la confianza en la resolución pacífica de conflictos a través del uso de la democracia participativa.

Antes de terminar, nuestro invitado hizo una advertencia expresa a sus colegas argentinos en quienes ve una tendencia demasiado orientada hacia la relación amigo-enemigo que hacia la búsqueda de coincidencias y reconocimientos mutuos.