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Año IV - Edición 75 29 de septiembre de 2005

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Ciclo de Conferencias sobre el Derecho y la Justicia

  • Notas

En esta ocasión, el Dr. Miguel Ángel Ciuro Caldani, disertó sobre El Derecho y la Justicia en el integrativismo trialista aprovechando la  vinculación histórica que lo unen a esa teoría y el privilegio de haber estado muy cerca de su fundador, el Dr. Werner Goldschmidt, quien fuera profesor emérito de nuestra casa.

El Dr. Ciuro Caldani hizo una exposición breve de los pilares que sostienen a la teoría trialista y luego completó algunas ideas en el debate con el alumnado presente.

Según relató, la teoría trialista se basa en la búsqueda de un ideal supremo: la justicia. Esta obsesión la podemos entender, en parte, atendiendo a la historia personal de quien fuera su mentor, Werner Goldschmidt, un exiliado por la Segunda Guerra Mundial. Probablemente, esta teoría haya surgido como una necesidad de poder comprender Auschwitz por parte del mencionado autor.

Como se ve en el libro La Ciencia de la Justicia de 1958, Goldschmidt pensaba que la justicia era un valor con características objetivas. Es decir, no dependía de la opinión de cada uno sino de los hechos en sí mismos, los cuales son justos o injustos. Entonces, para él la justicia no se daba en la norma —el deber ser— sino en la realidad —el ser—. De este modo, pretendió volver a integrar el Derecho con la realidad social pero de una manera que superase las críticas kelsenianas.

Este principio supremo de justicia —que consistía en la adjudicación de la libertad necesaria para el desarrollo de cada individuo— resultaba así el motor de una teoría tridimensional: las normas jurídicas, la realidad y la valoración. Lo que el trialismo no permite hacer es tratar el valor a priori; un análisis filosófico, debe siempre comenzar por comprender la realidad social, luego mirar las normas y, finalmente, valorarlas.

La realidad jurídica. A Goldschmidt le interesaba que realmente cada individuo reciba la libertad necesaria para desarrollarse. En ese sentido, imaginaba una suerte de reparto de potencias y de impotencias (según favorezcan o perjudiquen la libertad). Ese reparto podía provenir de la periferia –por parte de la naturaleza– o del interior de la sociedad –por la conducción humana, de manera vertical o autónoma–. De esta forma, no le importaba lo que la norma dijese sino lo que la gente vive, quién se beneficia y quién se perjudica con el reparto que hace la conducción humana. Por eso, para el trialismo resulta imprescindible entender la realidad ya que saber quién manda realmente sirve para lograr neutralizar los daños y aumentar los beneficios del reparto.

La norma. Para el trialismo, la norma siempre cuenta lo que le conviene contar. Nunca menciona quiénes son todos los que se benefician o se perjudican con su aplicación. Entonces, si antes analizamos la realidad, cuando veamos la norma podremos saber a quién beneficia realmente y a quién perjudica (por ejemplo, una norma penal dice que sanciona a un reo pero nosotros sabemos que en la realidad perjudica también a su familia o a una clase social determinada y que beneficia intereses de grupos particulares). Para Ciuro Caldani, cuando el discurso es solamente normativo, la gente sospecha que se están escondiendo cosas.

La valoración. Algo que se le critica a Kelsen es que al no asignar un rol valorativo a los jueces no puede explicar por qué discutimos sus nombramientos. Ahora, si el juez no sabe a priori quién se beneficia y quién se perjudica con la aplicación de las normas, ¿cómo puede arribar a decisiones justas? El trialismo contestaría que el juez debe ser un hábil constructor de realidad social —pues tiene el poder para ello— pero antes debe conocerla valorando objetivamente las razones que conducen a su organización.