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Año XIX - Edición 343 02 de septiembre de 2020

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Cárceles de mujeres en el siglo XX y la Congregación del Buen Pastor de Angers. Cine debate sobre el documental Buen Pastor. Una fuga de mujeres (2010)

  • Notas

El pasado 5 de agosto se desarrolló por Zoom la actividad "Cárceles de mujeres en el siglo XX y la Congregación del Buen Pastor de Angers. Cine debate sobre el documental Buen Pastor. Una fuga de mujeres (2010)". Organizó la comisión 162 del CPO "Introducción a las teorías criminológicas".

Participaron de la misma Mariana Tello Weiss (UNC), Julieta Di Corleto (UBA), María Julieta Giacomelli (UNICEN) y Diego Luna (UBA).
Julieta Di Corleto comentó que la Congregación del Buen Pastor se hizo cargo de la cárcel de mujeres de Buenos Aires en 1890. “No fue una cuestión de azar, no fue solamente una decisión del Estado de ofrecerle a las religiosas ocuparse de la atención y la rehabilitación de las almas femeninas perdidas, sino que había una fuerte vocación de esta orden religiosa de ocuparse de esta temática”, explicó y agregó que “nuestra Ciudad de Buenos Aires recibía la inmigración de países europeos y una de las grandes preocupaciones de los especialistas de la época tenía que ver con la delincuencia masculina”.

Las cifras de criminalidad femenina eran escasas en comparación con la masculina: de acuerdo a los censos penitenciarios de la época había solamente un tres por ciento de mujeres que cometían delitos. “La delincuencia femenina en su mayoría tenía que ver con delitos contra la propiedad o lesiones. La particularidad que tenían los abortos y los infanticidios es que eran los delitos típicamente femeninos”, señaló. La expositora planteó que existía una diferencia en torno a la reflexión sobre lo que llevaba a los varones a cometer delitos y lo que pasaba con las mujeres. “Aquí lo que tenemos es lo que Máximo Sosso ha llamado 'apropiación y traducciones del pensamiento lombrosiano'. Lo que más impactó en nuestra región tuvo que ver con las cuestiones biológicas, es decir, el aparato reproductor como un condicionante de la criminalidad, la locura como un condicionante de la diferente biología, la promiscuidad sexual y, en palabras de Lombroso, la ‘dismaternidad’, la poca inclinación de las mujeres hacia el cuidado de sus hijas e hijos”, señaló. Este factor de la escasa vocación de las mujeres a las tareas de cuidados tenía dos aspectos. “En términos de la época podemos situarlo en un momento en el que las mujeres empezaban a ocupar lugares fuera de sus hogares, entraban al mercado de trabajo (…). Lo que encontramos con esta idea del alejamiento de las mujeres del hogar es una preocupación por los espacios que las mujeres empezaban a tener por fuera del hogar”, enfatizó.

Finalmente, se dedicó a analizar la relación entre cientificismo y religión en torno a la criminalidad femenina. Destacó que respecto de la criminalidad masculina había una gran preocupación de los especialistas que estudiaban la temática, que se ocupaban de analizar cuáles eran las causas que pensaban el espacio carcelario mientras que no había un saber muy desarrollado sobre la criminalidad femenina sino que eran concepciones aisladas, tomadas de Lombroso, reinterpretadas. Además, existía una institución religiosa que hasta la década del setenta siguió ocupándose de la criminalidad femenina. “Tanto las monjas como los cientificistas de la época estaban pensado de la misma manera que el rol de las mujeres dentro de la sociedad era mantenerse en el hogar”, finalizó.

Por su parte, María Julieta Giacomelli compartió su trabajo sobrela tarea de la Congregación del Buen Pastor a principios del siglo XX en la localidad de Azul. “Empecé a indagar la presencia del Buen Pastor a partir de fuentes inéditas, de archivos que estaban poco transitados pero a partir de ese entramado puede recuperar actas del Concejo Deliberante, expedientes judiciales en lugares que ni me imaginaba que podía encontrar archivos municipales y por las pistas que me daba la prensa, actas de la Defensoría de Menores para poder saber la franja etaria de las personas asiladas en el Buen Pastor”, expresó.

Se dedicó sobre todo a estudiar cómo podía cambiar la inserción de las religiosas a partir de la inclusión de nuevos actores. “Se radicaron instituciones -especialmente el Departamento Judicial del Sudoeste en 1915- y partir de ahí Azul se constituyó en un polo laboral para abogados que estaban aggiornados con las teorías criminológicas del período”, reconoció. “Estos abogados observan que el espacio de reclusión no era acorde a las exigencias de un departamento judicial y denunciaron por la prensa estas condiciones de las presas y los presos -agrupaba a la población sin distinguir su sexo- y organizaron una comisión pro cárcel para promover un edificio propio de un departamento judicial a finales de 1919”, indicó. A este proyecto se sumó otro que impulsaba el arribo de la Congregación del Buen Pastor. “Entendían la modalidad de encierro que tenían las religiosas como la necesaria para las ovejas negras del espacio público”, reflexionó.
“Lo que finalmente vemos es que la labor de las religiosas a partir de actas de la Defensoría de Menores y expedientes judiciales mutaron por la existencia de este pabellón de mujeres que alojaban mujeres presas que no eran todavía condenadas”, explicó y aclaró que “en muchas localidades las religiosas del Buen Pastor no necesariamente se decidieron al encierro como una única labor ni tampoco el encierro de adultas. En el caso de Azul vemos una alteración de estas labores tradicionales”.

Mariana Tello Weiss, directora del documental, señaló que la película que fue parte de la investigación de su tesis doctoral. “Fue un aporte a la etnografía visual porque el tema me fue llevando al documental, sobre todo los recorridos de las expresas en la cárcel del Buen Pastor de Córdoba. Lo que me interesaba era analizar las memorias sobre la militancia en organizaciones político-militares en los setenta y poder analizar las cuestiones de género que había habido en esas militancias”, aseveró.

El edificio del Buen Pastor se construyó entre 1897 y 1906 por iniciativa de la Sociedad de Damas de Beneficencia que consideraban que los espacios de reclusión eran mixtos y no eran adecuados. “Es impresionante cómo operan los procesos de larga duración porque encuentro tipologías arquitectónicas que se hablan en otros estudios sobre cárceles del Buen Pastor que de alguna manera modelan ciertas actividades que se hacían dentro de las cárceles en el año 1900 y en 1970 se seguían haciendo las mismas actividades”, indicó.

Luego afirmó que las mujeres no se habían pensado muy específicamente desde el servicio penitenciario ni las instituciones represivas del Estado. “Entonces, continua ese modelo anterior centrado muy fuertemente en la normatividad de género. Se hacían virtuosas a través de algún tipo de productividad que tenía que ver con tareas que emulaban las domésticas. Su transgresión no era del orden del delito estricto -como era con los hombres-, tenía que ver con transgresiones morales”. Asimismo, sostuvo que las mujeres a las que entrevistó para su investigación tuvieron una socialización religiosa en instituciones que equiparaban a estar presas en el Buen Pastor.

Por otra parte, recuperó una distinción que operaba al interior de la cárcel: presas sociales y presas políticas. “Hubo un préstamo de saberes y competencias que fue muy importante. Por un lado, a ellas como destino de clase no les correspondía estar presas. Por otro lado, todo el préstamo de las presas comunes fue muy útil para aprender a resistir un castigo físico fuerte, un aislamiento. Y, por otro lado, ellas hicieron usos de sus capitales para tomar control de algunas cosas que las presas sociales no podían”, puntualizó.

Otra temática que analizó la expositora fue la maternidad. “Había una proximidad de clase entre las monjas y las presas políticas. Hay toda una serie de elementos contradictorios que van cambiando sobre lo que es una buena o una mala madre y cómo se ejerce el poder pastoral sobre estas presas políticas que ya no era tan sencillo tampoco de ejercer como era con las presas comunes”, indicó. “Antes del golpe de Estado -ellas se fugan el 25 de mayo de 1975- el trato del penal con las mujeres que eran madres y con los niños y niñas que estaban ahí era muy diferente a lo que fue después. El asilo del Buen Pastor funcionó dentro del circuito represivo casi como un centro clandestino donde iban a parir mujeres que sacaban de los centros clandestinos de detención”, concluyó.

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