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Año III - Edición 42 26 de febrero de 2004

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Al maestro con cariño

  • Notas

Nunca había abordado una tarea tan dura como escribir una semblanza de mi querido maestro, el profesor Dr. Jorge Alberto Zago, recientemente fallecido el 21 de diciembre de 2003.

Profesor de Contratos y Contratos Civiles y Comerciales, tanto en la Universidad de Buenos Aires como en otras Universidades de gran prestigio. Coautor junto con el Dr. Garrido de un libro básico en el estudio de los contratos, “Contratos Civiles y Comerciales”.  Autor de diversas obras sobre dicha materia, tales como “El Contrato Oneroso de Renta Vitalicia”, “Locaciones urbanas” y “Teoría de la Lesión”, así como de una infinidad de artículos en las distintas y reconocidas revistas jurídicas del medio. A su fallecimiento se desempeñaba como profesor consulto de esta Casa de Estudios, cuya designación había sido recientemente renovada.

El perfil que mejor lo define, aparte de sus especiales características de hombre de derecho, se encuentra en su impactante personalidad. Particularmente dinámico y poseedor de gran talento como docente, encaraba su tarea con pasión, la misma pasión que reflejaba al transmitir sus conocimientos, haciendo de la libertad de cátedra un modo de vida.

Recuerdo cuando comencé a trabajar con él, la generosidad con que nos acogió a unos cuantos profesores que iniciábamos nuestras primeras lides en el camino de enseñar contratos. Normalmente visitaba nuestros cursos  y daba clases a los alumnos de nuestras comisiones. Quién de ellos no recordará la clase de metodología que él  hacía tan afable, contándonos como Vélez Sarsfield había plasmado las distintas partes del Código Civil, sus ejemplos tan acertados, la gracia al exponerlos e incluso algún chiste para ayudar.  Recuerdo que después de cada clase los alumnos lo aplaudían de pie. Nadie se animaba después a reproducir esa clase, luego de haber oído al maestro.

Gran admirador de Vélez Sarsfield y un apasionado en el estudio de Napoleón y su código.

Nos enseñó la importancia de asistir a las reuniones de derecho, a las jornadas, congresos y seminarios y a participar activamente en esas actividades, inculcándonos que como docentes teníamos la obligación de perfeccionarnos. Hace meses tuve el honor de concurrir con él y su esposa Norma a los últimos eventos en la materia.

Finalmente, también creo que con el jurista y el profesor, convivía el ferviente “hincha” de fútbol que se presentaba con su tarjeta que anunciaba su fanatismo por “La Academia”, como una nota graciosa que también lo definía como un ser muy especial.

Es muy difícil poder reproducir quien era mi maestro, vaya un sentido homenaje a un gran hombre, de su discípula.  

MÓNICA CASARES